—¡Serena! Serena, mírame —exigió.
—¿Aiden? ¿Qué haces aquí? —tartamudeó, mirando alrededor de la habitación tenuemente iluminada como si la viera por primera vez—. No es seguro que andes así... no deberías estar aquí. Estás herido...
Ignorando sus protestas, Aiden se arrodilló frente a ella. Sus dedos rozaron su rostro mientras comprobaba sus pupilas, dilatadas y vidriosas.
—Estás en shock, Serena —dijo él, su tono preocupado mientras le limpiaba la cara.
—¿Yo? No, no estoy en shock —frunció el ceño, sacudiendo la cabeza como para despejar telarañas invisibles—. Solo estaba... distraída. Pensando. Eso es todo. De todos modos, todavía no me has dicho qué haces aquí.