```
Cuando Heimo emergió del baño, se había cambiado de sus túnicas blancas a sus características túnicas negras y doradas, su cabello atado en una cola de caballo alta con una cinta dorada, el prendedor de pelo colgando junto a su largo cabello negro azabache. Por un breve segundo, fue como si los arduos diez años no hubiesen existido y Heimo seguía siendo el mismo Heimo, salvo por su rostro más delgado y la forma más madura y sombría con la que se comportaba. Caminó hacia el jardín trasero porque sabía que Luqiu Ning estaría allí y acertó. Ahí estaba ella, reclinada en una silla disfrutando del sol tibio, con los ojos suavemente cerrados. El tiempo había transformado a la enfermiza niña de nueve años en una elegante y sofisticada jovencita y, por un momento, Heimo fue embargado por una repentina nostalgia. Pasó unos momentos simplemente contemplando a la tranquila Luqiu Ning hasta que la mujer se removió, percibiendo su presencia.