El sonido del reloj resonaba en la pequeña habitación, cada tic-tac marcaba los segundos de una tranquilidad frágil. Kuro, con la capucha baja y la mirada fija en la pantalla holográfica frente a él, repasaba los datos una vez más. Sky City, la joya tecnológica en el firmamento, estaba lejos de ser el paraíso que las corporaciones publicitaban. Bajo sus brillantes rascacielos, en las sombras de los callejones y en los laboratorios escondidos, se libraba una guerra silenciosa. Y él, junto a los demás cuervos, estaba en el centro de esa batalla.
Kuro había sido contratado para una misión peligrosa. La pantalla mostraba una serie de cifras y coordenadas que apuntaban a un laboratorio clandestino en el distrito sur, una zona en ruinas, dejada al abandono tras los desastres que había sufrido la ciudad en años recientes. Allí, según su fuente, se estaban llevando a cabo experimentos inhumanos, el tipo de atrocidades que la élite corporativa prefería mantener ocultas.
—"Objetivo confirmado" —murmuró para sí, apagando la pantalla holográfica. Sabía que lo que estaba a punto de encontrar no sería bonito. Los rumores hablaban de experimentos biotecnológicos en humanos, y esas historias casi nunca terminaban bien.
Sky City: Un mundo bajo luces artificiales
Kuro salió de su habitación y caminó hacia el exterior, donde la ciudad se desplegaba ante sus ojos. Sky City era una metrópolis deslumbrante de día, pero de noche revelaba su verdadera naturaleza. Los enormes rascacielos, con sus luces brillantes y pantallas holográficas que proyectaban anuncios de las grandes corporaciones, ocultaban la miseria que yacía debajo. En los niveles más bajos, la pobreza, la corrupción y el crimen campaban a sus anchas. Mientras las clases altas disfrutaban de lujos inimaginables, los ciudadanos de a pie luchaban cada día para sobrevivir en una ciudad que parecía haber olvidado su humanidad.
Kuro conocía bien ese mundo. Había crecido en las sombras de esos mismos edificios y había visto de primera mano cómo la corrupción y el poder absoluto moldeaban el destino de la ciudad. Ahora, como cazador de recompensas y científico clandestino, se movía entre esos dos mundos, utilizando su ingenio y habilidades para desenmascarar los secretos que las corporaciones querían enterrar.
Sky City estaba dividida en varios distritos, cada uno con sus propios problemas. El distrito sur, donde se encontraba su próximo objetivo, era uno de los más peligrosos. Después de los desastres naturales que habían devastado esa zona, las corporaciones lo abandonaron a su suerte. Las pandillas y criminales habían tomado control, y la policía apenas se atrevía a patrullar por allí. Era el lugar perfecto para un laboratorio clandestino.
El contrato: Cazar a los monstruos de la ciencia
Recibió la misión de un contratista anónimo, lo que no era inusual en su línea de trabajo. Los mercenarios como él rara vez sabían de quién provenía el encargo, solo que el pago era más que suficiente para justificar el riesgo. El objetivo, según el informe, era un científico renegado que había estado realizando experimentos ilegales en humanos, fusionando tecnología con carne viva para crear armas biológicas. Ese tipo de crímenes no solo eran inmorales, sino que representaban una amenaza directa para la estabilidad de la ciudad.
Kuro revisó su equipo, ajustándose los guantes negros y asegurándose de que su arma principal, una pistola con modificaciones tecnológicas avanzadas, estuviera lista. En las sombras, su traje oscuro le permitía moverse sin ser visto, un cuervo cazador en su elemento.
—"Tengo un mal presentimiento sobre esto..." —murmuró, mientras encendía el comunicador interno de su casco. Killer Zero estaba en línea, siempre dispuesta a ayudar si las cosas se complicaban.
—"¿Ya estás en marcha?" —La voz de Alicia resonó en su oído, con esa energía contagiosa que la caracterizaba—. ¡No te olvides de pedir refuerzos si las cosas se ponen feas!
—"Lo tengo bajo control. Solo quiero echar un vistazo. Si la cosa se pone complicada, te llamaré. Mantente atenta".
—"¡Cuídate, Kuro!"
El descenso a las sombras
La moto de Kuro, un vehículo negro y aerodinámico que se deslizaba con suavidad por las calles, lo llevó hasta los límites del distrito sur. El entorno cambió rápidamente. Los brillantes hologramas publicitarios dieron paso a edificios en ruinas, grafitis cubrían las paredes y las luces parpadeaban intermitentemente. El aire era más pesado allí, cargado de la sensación de abandono y desesperanza.
Kuro apagó la moto y descendió. Desde las sombras de un callejón, observó el edificio objetivo. Era una estructura vieja, con las ventanas selladas y cubiertas de óxido. Desde afuera, parecía un almacén abandonado, pero sus fuentes confirmaban que en su interior se llevaban a cabo experimentos ilegales. Las cámaras de seguridad en los alrededores indicaban que el lugar estaba bajo estricta vigilancia, lo que corroboraba sus sospechas.
Kuro activó su visor táctico, que le permitía ver las firmas de calor dentro del edificio. Había al menos una docena de personas en el interior, la mayoría de ellas concentradas en un nivel subterráneo. Esto no iba a ser fácil.
—"Bien, es hora de moverse", pensó mientras ajustaba su máscara para cubrir su rostro completamente. Se deslizó entre las sombras, como un espectro, acercándose a la entrada lateral del edificio. Con precisión, desactivó los sistemas de seguridad y entró sin ser detectado.
El interior era peor de lo que había imaginado. Pasillos oscuros iluminados por luces parpadeantes y el zumbido constante de maquinaria llenaban el aire. Pero lo que realmente lo estremeció fueron los sonidos. Gritos apagados, gemidos inhumanos provenientes de las profundidades del laboratorio. Kuro se detuvo por un momento, apretando los puños. Sabía que no solo estaba cazando a un criminal; estaba adentrándose en un lugar donde los límites de la ética y la humanidad se habían roto hace mucho tiempo.
Primer enfrentamiento
Avanzando sigilosamente, Kuro llegó a una sala de observación. Desde allí, pudo ver lo que estaba sucediendo en el laboratorio principal. Cuerpos humanos, conectados a cables y máquinas, flotaban en cápsulas llenas de líquido. Algunos parecían estar en un estado de semi-vida, con extremidades mecánicas sustituyendo partes de sus cuerpos. El científico renegado no solo estaba creando armas; estaba transformando a las personas en monstruos.
De repente, una alarma sonó. Kuro había sido detectado.
—"Maldición", gruñó, mientras desenfundaba su pistola. Los guardias comenzaron a aparecer desde los pasillos cercanos. Kuro se lanzó hacia ellos, disparando con precisión letal, derribando a sus oponentes uno a uno. Pero sabía que el verdadero desafío aún estaba por venir. Tenía que llegar hasta el científico antes de que liberara sus creaciones.
La misión acababa de empezar, y Kuro estaba más que listo para enfrentarse a la oscuridad que acechaba en las sombras de Sky City.