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66.66% [+18] El Esclavo de mi Padre / Chapter 16: La Fiesta de Otoño (3/3)

บท 16: La Fiesta de Otoño (3/3)

Antes de que pudiera alcanzarme o percatarse de que lo había visto, me adentré más entre la gente. No me di cuenta que varios volteaba a verme, pero yo estaba buscando lo más sutilmente posible a mi siguiente víctima, mientras huía de mi propio perseguidor.

No fue difícil encontrarlo, pues al contrario de Carter, él estaba rodeado de tres chicos mientras platicanban a gritos y risas. Esta opción era la más complicada, pero intenté pensarlo como si estuviera rodeada de los amigos de Ray. Ruidosos, pero inofensivos... Esperaba que fuera así.

Cuando estuve al lado de ellos, todos parecieron por fin darse cuenta de mi presencia y puse mi sonrisa mas linda que tenía.

—Ey, ey, ¿Qué tenemos aquí? ¿No te perdiste...? —Los ojos de uno de ellos me observaron de pies a cabeza, adivinando mi atuendo a juzgar por su palabra final. —¿Panterita?

—¿Una gatita? —Preguntó otro, pero el que verdaderamente me interesaba se quedó atrás, sonriendo y luciendo desinteresado mientras fumaba. Era un poco raro ver a personas que lo hicieran. Y el olor honestamente no me gustaba mucho.

—Parecía que se divertían. ¿Puedo unirme? —Si antes actuar como una chica coqueta era difícil, fingir ser la chica tierna me desesperaba. Pero creo que esta era la mejor ruta en las circunstancias actuales. Enfoqué los ojos en Hendrik Murph, uno de los chicos más problemáticos pero influyentes en cuanto a su familia.

—¿Unirte? Claro que sí, pero pareces del tipo que no querría meterse en problemas... ¿Acaso aguantarías?

Ya que el olor llegó a mi nariz, de inmediato supe qué estaban haciendo. El olor me hizo arrugar la nariz, provocándome un estornudo y volando todo mi plan. Todos se empezaron a reír de mí, y cuando pensé que solo me echarían, Hendrik se acercó con su cigarro de hierba entre los dientes.

—¿Unirte? Si apenas soportas estar al lado de nosotros. Lo pude ver en tus ojos apenas te acercaste. No intentes inventarte cuentos, niña. —Se burló, sonriendo antes de inhalar de su cigarro y al quitarlo de sus dientes soltó todo el aire en mi dirección, haciendo mis ojos llorar. —No deberías intentar salir de tu bonita burbuja de princesa...

Hendrik era uno de los tipos más influyentes por tener el mismo negocio que nosotros, pero con tropas solo ligeramente abajo de las nuestras. No tenían el excelente entrenamiento de las nuestras y en general teníamos mejor reputación, aunque siempre hubo rivalidad entre los dos. La suficiente para acallar cualquier charla de matrimonio, aunque la idea seguía presente la última vez que había revisado los papeles de mi padre.

Sin embargo, algo más sucedió. Sus ojos pasaron por encima de mí, a algo... Alguien detrás.

Oh, no. Me alcanzó.

Sentí un escalofrío, sin querer voltear atrás. No podía. ¿Qué reacción tendría Sergei? ¿Por qué sentía tanta presión...?

—Aquí estabas. Eres bastante escurridiza cuando te lo propones. Tuve que buscarte por un buen tiempo.

Esa no era la voz de Sergei.

Sentí mis manos hormiguear, repentinamente heladas.

—¿Así que se estaba escondiendo? Ahora tiene más sentido el que haya venido a nosotros. —Murmuró Hendrik con una risa estrangulada, sin apartar la mirada del hombre detrás. —Ojalá pueda perdonarme...

—Por nuestro pequeño juego, no tiene la culpa... Sin embargo... —Sentí de repente el rostro del hombre detrás de mí encima de mi cabello, mandando escalofríos una vez más por el resto de mi cuerpo. —No recuerdo que mi chica haya tenido este... Perfume encima. ¿No será culpa suya, o sí, Murph?

En vez de responder, Hendrik se quitó el cigarro de la boca y lo lanzó a un lado, bajando por un momento los ojos a mí. Noté en su expresión la irritación que sentía, haciéndome morder el labio. Ahora me estaba arrepintiendo de muchas cosas.

—Es mi culpa, realmente. Por favor, no les castigue por mi incómodo acercamiento. No estaban haciendo nada malo, fui yo la torpe que se acercó. —Dije con voz firme, dedicando una reverencia cortés a Hendrik, para no generar ningún problema entre nosotros. —Gracias por intentarlo, milord, lamento las molestias.

Ahora Hendrik pareció ponerme más atención, pero no podía ver del todo la expresión en su rostro. La máscara de halcón que tenía no dejaba ver mucho.

—Hmph.

Agachó la cabeza en señal de respeto antes de volverse de espaldas y volver con sus amigos, los que se alejaron rápidamente de nosotros, dejándonos prácticamente a solas en ese rincón del jardín.

—Usted nunca sabe ser sutil con nada de lo que hace, lady Ivory.

Había sido atrapada. Y por el personaje menos esperado, pero ciertamente más temido y si quería tener éxito con mi tonta misión, él seria la mejor-peor opción.

Después de todo, ¿Quién se metería con el príncipe?

—Y aún así, no soy competencia para su grandiosa presencia, su alteza. ¿Debería agradecerle por el rescate como una buena damisela en apuros?

Volteé a verlo esta vez sin querer fingir nada. Con él... No había necesidad.

—Ugh, ¿Quieres que vomite lo único que he comido? —Ahí estaba... El idiota que yo conocía.

Estaba disfrazado de fénix, siendo todo su atuendo rojo y dorado, complementando a la par su cabello rojizo como la sangre y sus ojos dorados.

—No sin antes hacerlo yo. ¿Qué demonios fue esa actuación? Me causaste escalofríos, especialmente cuando te pusiste a olerme. ¿Qué te pasa?

Noté como apretaba la mandíbula con su sonrisa, seguramente irritado por haberlo hecho en primer lugar. Esa expresión habría asustado a muchos, pero a mí no me causaba ningún conflicto.

El principe y yo... Teníamos una extraña relación.

No diría que era exactamente buena, pero definitivamente no nos odiábamos o algo similar. Creo que sería más acertado decir que lo veía como otra versión de Ray, excepto que no teníamos esa cercanía familiar y solíamos molestarnos mucho el uno al otro. De manera... Amistosa, supongo.

Lo había conocido accidentalmente durante mi primer fiesta de otoño. Yo había buscado un lugar dónde esconderme en los grandes jardines y resultó ser que dicho escondite era el mismo que él usaba para no tener que ser parte de esa ridícula fiesta. Al ser el príncipe, sus padres naturalmente esperaban que eligiera esposa y esa fiesta era perfecta para eso, pero se notaba a millas que él no estaba ni preparado ni interesado en eso.

Pero cuando nos conocimos mientras nos escondíamos, yo no lo reconocí ni él a mí.

"¿Qué haces aquí? Lárgate y dejame en paz." Habían sido sus dulces palabras. Y si en el momento hubiera tenido el conocimiento de quien era, probablemente le habría obedecido sin rechistar. Pero claro, no lo hice.

"¿Disculpa? ¿Cuál es tu maldito problema? Ya tuve suficiente de esta estúpida fiesta como para que un idiota deprimido ahora me esté queriendo echar de un pedazo de pasto donde perfectamente ambos cabemos. Así que cállate y aguántate."

Aunque había sido educada de cierta manera, nunca negaría que realmente era impulsiva cuando mis emociones me sacaban lo peor de mí.

Para bien o para mal, ese tipo de respuesta había logrado su cometido y había silenciado al príncipe, a quien probablemente era la primera vez que alguien le respondía de esa manera.

Desde entonces, en extrañas casualidades nos habíamos encontrado de nuevo y aunque había intentado disculparme, el principe Ike no parecía molesto por ello. Más bien parecía divertirle, relajarlo y activamente buscarlo. Le gustaba que yo le hablara sin filtros, de forma "grosera" y siempre en absurdas discusiones. Tal como ahora.

—¿Te crees que disfruto de oler esa mierda? Es tu culpa que tuve que hacer eso. Tengo que mantener las apariencias y además cuando ví que te acercaste, supe que te ibas a meter en problemas. Es lo único que sabes hacer.

Me crucé de brazos, aunque estaba ardiendo en ganas de levantarme el dedo medio.

—No es mi problema que solo atraigo idiotas y habladores a mi órbita. Y tengo al mayor enfrente. Arruinaste mi plan.

Cualquier otra persona se llevaría tremendo castigo por decir esas cosas. Pero él solo se burló de mi a cambio.

—¿Plan? ¿Qué era? ¿Drogarte o meterte con cuatro tipos a la vez? —Sus crudas palabras me hicieron enrojecer, pero eso no frenó mi actitud. —De cualquiera de las dos cosas te puedo ayudar y buscarte mejores candidatos. ¿Por qué Hendrik?

—Eeww, eres un asqueroso peor que mi hermano. —Por fin me descrucé de brazos para ir a buscar otra bebida. Necesitaba más alcohol para aguantar a ese tonto y volver a mi plan. —Además, ¿Qué te importa? ¿No deberías estar escondido por ahí? Si me ven contigo solo se te van a abalanzar tus queridas fans pensando que ya se te pueden acercar.

—¿Y meterse contigo en el proceso? Todos saben que eres una reina de hielo capaz de elevar o romper reputaciones si te lo propones. —Soltó como risita, siguiéndome a pesar de mis palabras y advertencias.

—¿De qué habla, su alteza? Yo solo soy una pequeña pantera anónima. —Dije en mi voz más inocente, atrapando una copa de vino de uno de los meseros ocasionales.

—Bruja fea. —Me regresó como niño pequeño, y él también agarró una copa. —¿Quién te creería eso? La mitad de las personas aquí te vio llegar junto a tus hermanos. No engañas a nadie.

—Y la otra mitad te reconoce a ti y tu llamita en la cabeza. ¿No crees que siguiéndome a todas partes tampoco ayudas a tu caso? Tal vez te malinterpreten como que tienes interes en mi, principito...

Antes de poder terminar, por detrás de Ike ví una figura conocida y de inmediato me tensé. Ese tipo era realmente insistente, y ahora mismo estaba avanzando rápidamente hacia nosotros, acompañado de la que pensé que sería su hermana Macbeth por la manera en que está parecía estarle diciendo algunas palabras y tratando de jalarlo de la manga hacia atrás. Volteaba constantemente a vernos y parecía estar suplicándole algo con palabras apenas audibles... Solo pude imaginar lo que estaba pasando y el pánico me invadió.

—...malhumorada y con complejo de...

Ike era al menos una cabeza más alto que yo. Con los tacones, una pizca de estupidez y desesperación, me alcé más de puntillas y lo besé en la mejilla antes de que siguiera hablando tonterías.

Solo ese pequeño gesto y noté que Sergei se había detenido en seco.

Debía estar pensando en mil de cosas ahora mismo. Mucho más porque el príncipe Ike no era de los personajes más sutiles en la fiesta.

Pero no fue el único que se quedó congelado. Cuando volteé de nuevo a verle, tenía los labios entreabiertos, detenido en palabras que no había escuchado. Sus ojos, aunque semiocultos detrás de su máscara, parecían sorprendidos y bastante abiertos.

De inmediato me aparté de él, un poco sonrojada pero confiaba en mi propia máscara.

Agarré una de las flores que aún tenía en mis manos, tomando la suya por los dedos. Estaba realmente cálida, totalmente quieta.

—Ojalá pueda pensarlo, mi príncipe. Ciertamente yo lo haré. —Dije intentando improvisar, pues Sergei ya estaba a distancia de escuchar. —Espero que pueda por fin corresponder mis sentimientos, pues nunca quise revelarlos para no aventurarme ni ilusionarme más allá de lo que se me permitía.

Bajé la mirada del confundido Ike, ahora fingiendo ver a Sergei por primera vez. Me puse la mano en la boca y luego bajé la cabeza. Sin decir nada más, salí corriendo de ahí.

El teatro había sido puesto... ¿Se lo creería? ¿Y si de verdad le interesaba, me dejaría ir con eso? Con Ike no había problema, él entendería que sería solo una actuación para quitarme a Sergei de encima... Pero tenía que pensar cuidadosamente mis pasos de ahora en adelante. No podía librarme de un matrimonio, es verdad... Pero al menos podría tener más tiempo si hacia un poco de drama.

Parecía ridículo hasta pensar eso. ¿Qué demonios estaba haciendo...?


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