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70.96% Bloodforges / Chapter 44: Capítulo 42: Planificación del Futuro

บท 44: Capítulo 42: Planificación del Futuro

Dominio sin Conquista: El Plan Maestro de Rivon

Rivon, ahora en su apogeo como Señor del Deseo y con su imperio bien asentado, sabía que la conquista directa no era el camino más eficiente para lograr su objetivo. En lugar de destruir planetas en batallas sangrientas interminables, su estrategia sería mucho más calculada y cruel: dominar y esclavizar a las civilizaciones, utilizando sus recursos, tanto materiales como humanos, para fortalecer su imperio en el planeta natal que ahora había bautizado como Velkarion Primus.

Su plan era claro: expandir su control sin destruir todo a su paso. La verdadera victoria no estaba en arrasar mundos, sino en tomar el control de ellos, recolectar sus recursos, esclavizar a su población y enviarlos a Velkarion Primus, donde serían adoctrinados y convertidos en nuevos soldados y siervos del deseo. Aquellos que no fueran aptos para el combate servirían en las minas, fábricas, o como alimento para los guerreros.

La Flota del Deseo

Para asegurar su plan de dominación galáctica, Rivon ordenó la creación de una serie de naves de guerra y transporte diseñadas para invadir y dominar planetas sin necesidad de destrucción masiva. Estas naves serían conocidas como la Flota del Deseo, y cada una de ellas llevaría un nombre que representara los aspectos más oscuros del poder y la dominación que Rivon anhelaba.

Cruceros de la Dominación: Estas naves capitales eran las joyas de la Flota del Deseo. Gigantescas estructuras voladoras que no solo transportaban ejércitos completos de Guerreros del Caos y Apóstoles del Deseo Oscuro, sino también maquinaria de guerra, tanques y armamento pesado. Estaban equipadas con cañones de energía oscura, capaces de incapacitar a las naves enemigas sin destruirlas, dejando a las flotas planetarias indefensas. Un ejemplo de estas naves era la Nave Insaciable, que lideraba muchas de las campañas de expansión.Naves de Conversión: Estas naves de tamaño mediano eran utilizadas para capturar a la población local de los planetas dominados. Una vez capturados, los civiles eran llevados a bordo y sometidos a un proceso de adoctrinamiento mental, donde el poder del Núcleo se usaba para despojarlos de sus antiguas creencias y convertirlos en seguidores leales. Una de las más temidas era la Nave Inquisitora, que se utilizaba para convertir a las élites planetarias y asegurar que cualquier liderazgo local fuera leal a Rivon.Destructores del Anhelo: Estas naves de combate estaban especializadas en destruir la voluntad de resistencia de las fuerzas enemigas. Equipadas con tecnología avanzada, estos destructores no solo atacaban físicamente, sino que también emitían ondas psíquicas que afectaban la moral y la psique de los enemigos, debilitándolos antes del enfrentamiento. La Nave Sombras del Placer era una de las más conocidas en este tipo de campañas, utilizada para derrumbar la moral de los ejércitos defensores.Cargueros del Núcleo: Utilizados para transportar materiales y recursos, estas naves enormes cargaban toneladas de minerales, metales y tecnología saqueada en los planetas dominados. Estos recursos eran enviados directamente a Velkarion Primus, donde serían utilizados para construir armas, naves, armaduras y todo lo necesario para continuar la expansión de Rivon. Los cargueros como el Amanecer de Velkarion eran esenciales para mantener el suministro constante de recursos.

Vehículos de Guerra y Tanques del Caos

Para dominar completamente los planetas bajo su control, Rivon necesitaba no solo flotas espaciales, sino también una fuerza terrestre imparable. Sus ingenieros, alimentados por el poder del Núcleo, desarrollaron vehículos de guerra y tanques que eran el epítome de la fuerza destructiva y la resistencia.

Tanques Desgarradores: Estos tanques pesados, conocidos como los Desgarradores del Deseo, estaban diseñados para aplastar cualquier resistencia en el campo de batalla. Con cañones de energía capaces de destruir fortalezas enteras y blindaje impenetrable, eran máquinas implacables de destrucción. El Tormenta del Caos era uno de los tanques más temidos, utilizado en múltiples campañas de expansión.Transportes de Legión: Para mover a los Guerreros del Deseo y del Caos y a los Apóstoles, Rivon desplegó transportes blindados conocidos como Carros de la Lujuria, que no solo protegían a los soldados durante los ataques, sino que también estaban equipados con armas que podían disparar desde la distancia. Estos transportes eran rápidos y letales, asegurando que las tropas llegaran al campo de batalla en perfectas condiciones para la lucha.Arañas de la Discordia: Estos vehículos más ligeros pero mortales eran utilizados en combates rápidos y tácticos. Las Arañas de la Discordia se movían rápidamente por el campo de batalla, equipadas con múltiples patas articuladas y cañones láser. Su función era desestabilizar las líneas enemigas, creando caos y confusión antes de que las fuerzas principales de Rivon llegaran para acabar con la resistencia.

El Planeta Natal: Velkarion Primus

El planeta que ahora era el corazón del imperio de Rivon había sido rebautizado como Velkarion Primus en honor a su divinidad oculta. Velkarion Primus no era simplemente una capital, era el centro espiritual y militar del dominio de Rivon.

La Ciudad de los Deseos Eternos: En el centro de Velkarion Primus se encontraba esta gigantesca ciudad, donde el Templo del Deseo Eterno dominaba el horizonte. Era un lugar donde tanto los guerreros como los ciudadanos comunes venían a adorar a Rivon, y donde los Apóstoles del Deseo Oscuro eran entrenados y enviados en sus misiones de expansión. Aquí, la energía del Núcleo fluía constantemente, imbuyendo a los habitantes con el poder del deseo y el caos.Las Minas de la Sumisión: En las profundidades de Velkarion Primus estaban las minas donde los esclavos extraían los materiales que serían utilizados para construir las armas, naves y armaduras que mantenían el imperio en funcionamiento. Estas minas eran un lugar de sufrimiento, donde los prisioneros trabajaban hasta morir, alimentando la maquinaria de guerra de Rivon.Las Fábricas de la Lujuria Bélica: Aquí es donde se fabricaban los Desgarradores del Deseo, los Carros de la Lujuria, y las Arañas de la Discordia. Estas fábricas, operadas tanto por esclavos como por ciudadanos adoctrinados, producían sin cesar el armamento que mantenía la Flota del Deseo y los ejércitos terrestres. Las fábricas también servían como lugares de experimentación, donde los ingenieros trabajaban en nuevas formas de aprovechar el poder del Núcleo.El Palacio de los Sueños Oscuros: En lo más alto de Velkarion Primus, en una montaña sagrada, se encontraba el Palacio de los Sueños Oscuros, la residencia personal de Rivon. Este palacio no solo era un lugar de mando, sino también un centro de poder místico, donde Rivon conectaba directamente con el Núcleo para fortalecer su influencia. Desde aquí, dictaba órdenes, supervisaba las campañas y planeaba su dominio sobre la galaxia.

La Estrategia de Dominación

El plan maestro de Rivon era claro: dominar planetas, esclavizar a sus habitantes y recoger todos los recursos necesarios para fortalecer aún más su imperio en Velkarion Primus. Con la Flota del Deseo y sus vehículos de guerra listos para la acción, estaba preparado para expandir su dominio sin piedad. Sin embargo, lo haría sin destruir los planetas, asegurándose de que pudieran seguir sirviendo a sus propósitos, alimentando su maquinaria de guerra y proporcionando una fuente constante de nuevos soldados y materiales.

 

El Castigo de la Viuda del Primus

Rivon, desde lo alto de su poder absoluto, había decidido que el castigo de la viuda del Primus no sería solo una mera retribución por sus actos pasados, sino una declaración de dominio absoluto. El mensaje debía ser claro: no importaba el rango, la influencia o las conexiones con el poder; bajo su mandato, nadie estaba a salvo de su mano firme y cruel. La viuda, junto con sus esclavas, fue llevada a la cámara privada del palacio de Velkarion Primus, un lugar apartado, envuelto en sombras, donde el control de Rivon se manifestaría de la manera más brutal.

Durante varios días, Rivon las sometió sin piedad a su voluntad, un recordatorio constante de lo que significaba estar bajo su control. No era simplemente una cuestión personal; esto era simbólico. Rivon necesitaba que cada gesto, cada acción en esa cámara reflejara su creciente dominio sobre todos los que alguna vez habían osado desafiarlo. El castigo no era solo para la viuda, sino para aquellos que aún creían que podían escapar de su poder.

La viuda, que en vida había sido la esposa del Primus Ascendido, ya no tenía la majestuosidad que alguna vez había ostentado. Ahora, bajo la mirada fría de Rivon, se había reducido a un simple instrumento de castigo. Desde el primer momento en que la trajeron a la cámara, sus ojos evitaban los de Rivon, pero el miedo en su cuerpo era palpable. Sabía lo que estaba por venir, y ese miedo solo alimentaba la creciente sed de poder en él.

Rivon comenzó sin prisas, sus movimientos precisos y calculados, sabiendo que el control no estaba solo en lo físico, sino en el tiempo. La viuda se mantenía inmóvil, su cuerpo temblando mientras él la inspeccionaba como un depredador que disfrutaba de la anticipación antes del ataque. Las esclavas, alineadas contra la pared, observaban la escena con una mezcla de horror y resignación. Sabían que pronto sería su turno.

Mírame, — ordenó Rivon en un tono bajo y autoritario.

La viuda alzó los ojos con dificultad, su respiración temblorosa, pero no pudo sostener la mirada de Rivon por más de unos segundos antes de bajarla nuevamente. El poder que emanaba de él era aplastante, y ella lo sabía. Sus manos temblaban mientras se aferraba a su túnica, pero no había escapatoria.

El primer contacto fue firme, implacable, y la viuda soltó un pequeño gemido ahogado cuando Rivon la tomó por el cuello, obligándola a inclinarse hacia adelante. Su fuerza era innegable, y ella sabía que resistir solo le traería más sufrimiento. Los dedos de Rivon se apretaron más, dejándole claro que su cuerpo, su mente, todo le pertenecía. El control absoluto sobre su voluntad era lo que buscaba, y lo que estaba dispuesto a obtener a cualquier costo.

Las esclavas, que habían sido testigos del trato que la viuda recibía, sabían que lo que venía no sería diferente para ellas. Rivon no las dejaría de lado, cada una debía entender cuál era su nuevo lugar en este mundo gobernado por él. Con un gesto, las señaló, y una de ellas avanzó con pasos temblorosos hacia el centro de la habitación. El miedo era evidente en su rostro, pero no se atrevía a resistir. Sabía que, bajo Rivon, no había otra opción que someterse por completo.

Rivon dirigió su atención a la esclava, sus ojos recorriéndola de manera calculadora, como si estuviera evaluando un objeto que le pertenecía. La joven temblaba bajo su mirada, su respiración rápida y entrecortada. Sabía lo que venía, pero no podía evitar el terror que la consumía. Cuando Rivon alzó la mano, la esclava soltó un gemido suave, anticipando el dolor que vendría. Sus manos se cerraron sobre su muñeca, arrastrándola hacia él con una fuerza que no dejaba lugar a la duda. Ella gimió de nuevo, un sonido apenas audible, pero cargado de miedo.

Obedece — fue todo lo que Rivon dijo antes de comenzar. No había emoción en su rostro, solo la fría determinación de quien está acostumbrado a tomar lo que quiere.

El contacto entre ellos fue inmediato. Las manos de Rivon recorrieron el cuerpo de la esclava con una precisión fría y controlada, cada movimiento suyo diseñado para recordarle a la joven quién tenía el poder. Su respiración se aceleró, sus pechos subiendo y bajando con rapidez mientras intentaba contener los gemidos que inevitablemente escapaban de sus labios. Su piel temblaba bajo las manos de Rivon, incapaz de ocultar el miedo y la sumisión que la dominaban.

La viuda observaba en silencio desde la distancia, aún bajo el dominio de Rivon, su cuerpo aún tembloroso por el control al que había sido sometida. Sabía que su castigo no había terminado, que cada acción de Rivon era una demostración de su total dominio sobre ella y sobre las esclavas que una vez la habían servido.

Con una mirada hacia la segunda esclava, Rivon ordenó que se acercara. Los ojos de la joven estaban llenos de miedo, pero sabía que no podía resistirse. Avanzó con pasos temblorosos, su cuerpo ya anticipando el destino que le esperaba. Cuando Rivon la tomó, su respiración se volvió errática, los jadeos involuntarios saliendo de sus labios mientras intentaba controlar el temblor de su cuerpo.

Las manos de Rivon se cerraron sobre su cuerpo con firmeza, los gemidos de la esclava se hicieron más audibles, el miedo y la sumisión convirtiéndose en su única respuesta. Sabía que no había escapatoria, que estaba completamente bajo el control de Rivon, y cada movimiento suyo reforzaba esa certeza.

Con cada gesto, cada toque, Rivon demostraba su poder absoluto. Para él, este castigo no era solo físico, era una lección. Una lección sobre quién estaba al mando, quién tenía el poder. Las esclavas, antes acostumbradas a servir bajo un régimen rígido pero predecible, ahora entendían que en el mundo de Rivon, el placer y el dolor eran herramientas que él utilizaba a su favor. Cada gemido de las mujeres, cada espasmo de sus cuerpos, era una confirmación de su dominio.

Finalmente, cuando Rivon decidió que había terminado, las dejó caer al suelo, sus cuerpos temblorosos y cubiertos de sudor. No había palabras de consuelo. No había necesidad de ellas. Las esclavas y la viuda entendieron perfectamente cuál era su nuevo lugar bajo su control. La sumisión total era lo único que las mantenía con vida.

Rivon se levantó, frío y distante, observando el estado de las mujeres que yacían en el suelo. El poder corría por sus venas, y esa sensación de control absoluto lo llenaba de una satisfacción oscura. Las mujeres, exhaustas y temblorosas, intentaban levantarse, pero su debilidad era evidente. Sabían que debían retirarse, pero sus cuerpos apenas respondían a las órdenes de sus mentes. No se atrevían a mirarlo a los ojos, sabiendo que cualquier gesto equivocado podría desencadenar un nuevo castigo.

Este era el mundo de Rivon, un mundo donde nadie estaba a salvo de su control, donde el poder se reafirmaba a través de cada acto de dominación. Con cada uno de estos momentos, su autoridad crecía, y su mensaje se extendía: bajo su reinado, nadie escapaba del control.

Pero, al ver los cuerpos temblorosos de las esclavas y de la viuda, Rivon sintió que aún no era suficiente. Algo más profundo, más oscuro, despertaba en él, y no podía resistirse a la necesidad de demostrar, una vez más, que su control no conocía límites. Ellas, agotadas y humilladas, estaban al borde del colapso, pero eso no importaba. Su sufrimiento solo lo alimentaba más.

No he terminado, — dijo Rivon con una voz firme, cortante como el acero.

Las esclavas se congelaron en el acto, sus cuerpos rígidos por el miedo. La viuda soltó un leve jadeo de terror, apenas creyendo que después de todo lo que habían soportado, él desearía más. Intentaron incorporarse, pero sus piernas temblaban bajo ellas, incapaces de sostenerse. Rivon avanzó hacia ellas, cada paso suyo resonando como una sentencia de condena.

De pie, — ordenó, su voz implacable.

Las mujeres lucharon por obedecer, sus cuerpos respondían con torpeza, pero ninguna se atrevía a fallar en el cumplimiento de la orden. Rivon se movió con precisión, su mirada fría y sin emoción recorriendo sus figuras temblorosas. Sabía que el verdadero poder no estaba solo en hacerlas sufrir, sino en quebrarlas hasta el punto de que ellas mismas deseasen su sumisión.

La primera esclava, aún jadeante y sudorosa, intentaba controlar los temblores en su cuerpo. Cuando Rivon la tomó de nuevo, sus manos se cerraron con fuerza sobre su piel, y un gemido ahogado escapó de sus labios. Esta vez no había compasión ni paciencia en sus movimientos, solo una fuerza implacable que dejaba claro que su control era absoluto. La esclava gimió de nuevo, su cuerpo retorciéndose involuntariamente bajo el dominio de Rivon, mientras él intensificaba la presión, llevándola al límite una vez más.

La viuda, observando la escena, sintió el terror recorrer su espina dorsal. Sabía que pronto volvería a ser su turno, que Rivon no la dejaría escapar del castigo más brutal. Cuando llegó el momento, Rivon la tomó con la misma firmeza despiadada, obligándola a caer sobre la cama. Sus movimientos eran más duros, más rápidos, como si el control que ejercía sobre ella fuera aún más feroz que antes. Cada gesto suyo provocaba un gemido de dolor y sumisión, el cuerpo de la viuda cediendo por completo a su voluntad, incapaz de resistir la brutalidad del castigo.

El aire en la cámara se volvió denso, cargado de los sonidos de gemidos, respiraciones agitadas, y el choque de los cuerpos. Rivon no se detuvo, sus manos firmes dominando cada uno de sus movimientos, haciendo que cada una de las mujeres sintiera la opresión de su poder de una manera más intensa que antes. Los cuerpos se arqueaban bajo su dominio, incapaces de resistir, incapaces de hacer otra cosa que someterse por completo a él.

El dolor y el placer se entremezclaban, y las esclavas, aunque agotadas, no podían evitar los jadeos que se escapaban de sus labios. Sus respiraciones entrecortadas llenaban la habitación, mientras Rivon continuaba, sin mostrar ningún signo de fatiga. El poder absoluto sobre ellas lo embriagaba, y su control se volvía más salvaje, más implacable.

Finalmente, cuando Rivon decidió que había demostrado lo suficiente, soltó a las esclavas, dejándolas caer una vez más al suelo, sus cuerpos exhaustos y rotos. La viuda, apenas consciente, yacía junto a ellas, su respiración entrecortada y débil. El suelo frío era lo único que les ofrecía consuelo, pero ninguna se atrevía a moverse sin que él lo ordenara.

Rivon se incorporó lentamente, su mirada fría recorriendo los cuerpos destrozados a sus pies. El poder que había ejercido sobre ellas lo había llenado de una satisfacción oscura y profunda. Este no era solo un castigo físico, era una lección. Una lección para ellas, para todos, de que su control era total, y nadie podía escapar de él.

Sin una palabra más, Rivon las dejó allí, temblando y rotas, mientras salía de la habitación con la misma frialdad con la que había entrado.

Finalmente, cuando Rivon decidió que había demostrado lo suficiente, soltó a las esclavas, dejando que sus cuerpos cayeran pesadamente al suelo. Las mujeres temblaban, sus formas agotadas, sus músculos incapaces de soportar la brutalidad a la que habían sido sometidas. El suelo frío las recibía, pero ni siquiera eso les ofrecía alivio. La viuda, apenas consciente, yacía junto a ellas, su respiración entrecortada y débil, el pecho subiendo y bajando con dificultad. Su cuerpo estaba roto, no solo físicamente, sino espiritualmente. Sabía que ya no quedaba nada de la autoridad que una vez ostentó como la esposa del Primus. Ahora, no era más que otra herramienta bajo el control despiadado de Rivon.

El silencio de la cámara privada solo era interrumpido por el sonido de las respiraciones irregulares de las mujeres. Ninguna se atrevía a moverse, temiendo que cualquier gesto, por pequeño que fuera, pudiera desencadenar una nueva ola de castigo. El miedo las mantenía inmóviles, el terror grabado en sus cuerpos debilitados. Sus gemidos se habían apagado, pero las marcas en su piel contaban la historia de una dominación total.

Rivon se incorporó lentamente, su cuerpo aún firme, invulnerable. Su mirada fría y calculadora recorrió los cuerpos destrozados a sus pies. El poder que había ejercido sobre ellas lo llenaba de una satisfacción oscura y profunda. Cada gesto, cada grito ahogado, cada espasmo de dolor y sumisión había servido para alimentar esa fuerza insaciable que ardía en su interior. Este no había sido solo un castigo físico; era una lección. Una lección sobre su control absoluto, sobre la incapacidad de escapar a su dominio.

En ese momento, mientras observaba las figuras temblorosas y rotas ante él, algo diferente comenzó a tomar forma en su mente. Había algo más, algo que no podía ignorar. Su cuerpo aún vibraba con una energía incontrolable, una fuerza oscura que parecía haber despertado con más intensidad que nunca. Era el poder, ese nuevo poder que había empezado a manifestarse en él, uno que no se limitaba solo a la batalla o la guerra, sino que se extendía a su deseo insaciable, su lascivia.

Cada vez que dominaba a una mujer, cada vez que las obligaba a someterse a su voluntad, sentía cómo esa energía lo invadía, lo consumía. El control que ejercía sobre sus cuerpos no era suficiente; había algo más profundo, una conexión entre su poder y el deseo que crecía dentro de él. Era como si las sombras mismas lo hubieran imbuido de una nueva fuerza, una fuerza que le permitía alimentarse no solo del dolor, sino también del placer. Cada contacto, cada gemido sofocado, cada susurro de sumisión hacía que su poder se expandiera, envolviéndolo en una niebla de lujuria que lo controlaba tanto como él controlaba a las mujeres.

Rivon miraba sus manos, todavía sintiendo el eco del control que acababa de ejercer. Su respiración se mantenía constante, pero su mente ahora se centraba en algo más. Había descubierto algo nuevo, algo más oscuro. Mientras su dominio sobre ellas crecía, su deseo también lo hacía, alimentado por esa energía invisible que parecía fluir entre él y las mujeres que lo rodeaban. No era solo el acto físico lo que lo excitaba, sino el poder mismo, la capacidad de controlar cada fibra de sus cuerpos, de hacerlos suyos de una manera que transcendía la simple dominación.

La viuda, jadeante y rota, apenas consciente, permanecía en el suelo junto a las esclavas. Pero Rivon no la miraba como antes. Ahora, sabía que algo más se había desatado en él. El deseo que sentía por dominar no era simplemente un instinto, sino una manifestación de algo mucho más grande, algo que se entrelazaba con el poder que le había sido otorgado. Las sombras del poder corrían por sus venas, y con cada encuentro, sentía cómo su control sobre los demás se volvía más profundo, más intenso.

Levántense — ordenó de nuevo, su voz más grave que antes, cargada de una autoridad que parecía haber crecido con el descubrimiento de su nuevo poder.

Las mujeres intentaron obedecer, pero sus cuerpos temblaban sin control. Apenas podían sostenerse, sus músculos negándose a responder. El miedo las dominaba, sabiendo que Rivon aún no había terminado. La crueldad en su mirada era inconfundible, pero ahora había algo más en él, algo que ellas no podían percibir completamente, pero que sentían de manera instintiva. Era como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto más denso, más oscuro, reflejando el poder que Rivon emanaba.

Sin darles tiempo para recuperarse, Rivon avanzó hacia ellas, su presencia aplastante. Tomó a la viuda de nuevo, esta vez con una brutalidad aún mayor. Sus manos se cerraron con fuerza sobre su cuello, y ella jadeó de terror, sintiendo el frío control de Rivon recorrer su piel. No había escapatoria, no había piedad. Él disfrutaba del miedo que veía en sus ojos, y cada segundo que pasaba sentía cómo esa energía oscura crecía dentro de él.

El poder lo envolvía, su deseo y lascivia se entrelazaban con esa fuerza que crecía con cada contacto. Las sombras parecían susurrarle, alimentando su necesidad de más, de dominar no solo a sus cuerpos, sino a sus mentes, a sus almas. El placer que experimentaba iba más allá de lo físico, era una manifestación de su ascenso al control absoluto.

Rivon supo en ese momento que su poder no era solo para la guerra. Cada mujer que tocaba, cada esclava que dominaba, intensificaba ese deseo oscuro que lo consumía. La lascivia se había convertido en una extensión de su poder, y ahora, más que nunca, comprendía que no solo podía usarlo para destruir, sino para alimentarse de la sumisión de aquellos que lo rodeaban.

Finalmente, cuando sintió que su deseo había sido saciado por el momento, soltó a la viuda una vez más, dejándola caer al suelo como si fuera un simple objeto. El poder aún vibraba en su interior, y sabía que, aunque el momento había terminado, la necesidad volvería, siempre más fuerte. Se giró para observar a las esclavas, sus cuerpos temblando de miedo y agotamiento, pero no había consuelo en su mirada. Solo la fría satisfacción de saber que su control ahora era absoluto.


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