บท 41: Capítulo 41
Con el paso de dos semanas, nos tomó por sorpresa la visita de Cata, quien se había comunicado con Eva para que le recordase la dirección de nuestra casa. Fue algo inesperado para nosotros, en especial para mí, a pesar de saber que tarde o temprano nos visitaría.
Al principio estuve nervioso con su presencia, pues era la única que sabía del problema que estaba enfrentando.
Lo que me sorprendió del ocaso de esa tarde, más allá de la visita de Cata, era que todos estaban inusualmente felices, como si supiesen algo que yo no.
Admito que por instantes me sentí excluido, pero me hizo feliz ver a Eva tan contenta junto a mis padres y Cata, por lo que no me contuve para unirme a ellos.
Aun así, no dudé a la hora de acercarme a mamá y preguntarle en voz baja si estábamos celebrando algo, a lo que ella respondió que se trataba de una sorpresa.
—¿Una sorpresa? ¿Para quién? —pregunté.
—Para Eva… Y lamentamos no haberte dicho nada, pero es algo que quisimos hacer tu papá y yo, así que no hagas berrinches —respondió mamá con voz socarrona.
—Por Dios, mamá, por quién me tomas, ya no soy un niño —repliqué, simulando los celos que sentía por no formar parte de la sorpresa.
—¡Ves! Ahí estás haciendo berrinche con tus expresiones.
Mamá tenía razón, no me agradó la idea de no formar parte de la sorpresa, aunque dada la situación personal que enfrentaba, estuve algo ausente de mi familia, así que entendí un poco el porqué de que no me considerasen.
—Hijo, ven conmigo un momento, por favor —intervino papá, lo cual me extrañó, ya que hacía mucho que no compartíamos tiempo a solas.
Fuimos hasta su estudio y nos sentamos en su sofá, donde estuvimos sin decir una sola palabra durante unos segundos; fui yo quien rompió el silencio.
—¿Puedo ayudarte en algo, papá? —pregunté.
—De momento, no, ya tu mamá me dijo que sabías de la sorpresa —hizo una pausa y se mostró preocupado—. Dime una cosa, Paúl. ¿Cómo has estado desde la última vez que estuviste en el hospital? Sé bien que ha pasado tiempo, pero no dejo de pensar en ese día y me preocupa que, a causa de eso, empezases a distanciarte de nosotros… Es como si estuvieses ocultando algo.
El instinto paternal era una cosa impresionante, nunca dejó de impresionarme cómo papá y mamá estaban conscientes de lo que me ocurría en buenos y malos momentos.
—Estoy muy bien, y consciente de que me he distanciado, pero es porque he hecho buenos amigos, y a diferencia de mi etapa colegial, me reúno a menudo con ellos al salir de la universidad. Tan solo salgo más con ellos —respondí con todo el dolor de mi alma, pues no quería mentirle a papá.
—Entiendo, hijo… En ese caso, me da gusto saber que sea eso y no otras andanzas. Tu mamá y yo hemos estado preocupados por ti.
—Lamento haberlos preocupado.
—Tranquilo, es normal para los padres preocuparse así… ¡Bien! Volvamos para sorprender a Eva con la noticia del año. Sé que a ti también te gustará.
Cuando volvimos a la sala de estar, donde todas reían a carcajadas, a lo mejor por un chisme o un buen chiste, papá nos pidió a Cata y a mí que los dejásemos a solas con Eva.
Esta petición me confundió un poco, pero hice caso, ya que venía de conversar con papá, por lo que reclamar después de mentir me pareció una canallada.
Cata y yo nos establecimos en el patio trasero y nos sentamos en unas sillas de mimbre, bajo el árbol de naranjas. La brisa nocturna nos erizó la piel, aunque no hacía tanto frío como para tener la necesidad de abrigarnos.
—¿Crees que Eva tenga suerte con su música? —le pregunté de repente. Ella me miró con preocupación, notó que no quería tocar el tema de mi problema.
—Me extraña que me hagas esa pregunta. Después de todo, fuiste tú quien luchó por dar a conocer su talento —respondió.
—Es cierto, pero supongo que no está mal reconocer que hay un miedo en el fondo de mi ser, no me gustaría que el fracaso le impidiese seguir haciendo música —dije.
—Paúl... Eva ha escrito canciones que me dejaron asombrada, y sus acompañamientos con la guitarra son increíbles. No pienses que vine solo para apoyarla y ya. Mi presencia aquí es para mejorar lo que hizo, asesorarme de los correctos arreglos musicales y, por supuesto, ayudarla a promocionar su primer álbum. Te aseguro que Eva será la revelación de estos años venideros.
—Ella merece todo lo bueno en esta vida, no la desampares —musité.
Cata se levantó y acercó su silla hacia mí, se sentó a mi lado y me tomó de las manos. Me miró fijamente a los ojos y esbozó una bella sonrisa; era preciosa. Luego, me dio unas suaves caricias y besó mi frente, y yo miré al suelo avergonzado como un niño.
—Es muy lindo que te preocupes así por ella, pero confía en mí. No dejaré que Eva lo pase mal, voy a luchar porque logre el reconocimiento que se merece, te lo prometo.
Sus palabras me transmitieron una paz que en mucho tiempo no había sentido.
—Ahora, te daré un consejo —dijo de repente, su semblante me transmitió preocupación—. Cuéntales a tus padres del problema por el que estás pasando antes de que sea demasiado tarde.
—¿Sirve de algo que esté considerando ir a rehabilitación?
—Es un gran paso, pero no será suficiente, sé lo que te digo… He lidiado con problemas relacionados con las drogas en mi banda y, aunque no lo creas, la rehabilitación no bastará.
—No quiero decepcionarlos, tengo mucho miedo… Además, preferiría esperar a que Eva se centre de lleno en su nueva etapa, no me gustaría arruinar su felicidad.
—Tienes que ser honesto con todos, antes de que sea tarde.
—¿A qué te refieres?
—No te lo quería decir por la situación que estás enfrentando, pero Eva viajará conmigo a Guadalajara… Trabajaremos en mi estudio de grabación.
La noticia me tomó tan desprevenido que por unos instantes enmudecí, no pude decir una palabra, apenas dejé escapar las lágrimas que fluyeron ante la idea de saber que no vería a Eva por mucho tiempo.
—Lamento no habértelo dicho antes, pero no quería darte más preocupaciones —dijo.
—Está bien, supongo que es lo mejor —musité.
—Sabes que algún día Eva dejaría el nido, ¿verdad? —preguntó.
—Lo intuía, pero la noticia me ha tomado por sorpresa, solo eso.
—Comprendo… Ahora limpia tus lágrimas, que ahí viene Eva.
Limpié mi cara lo más rápido que pude antes de que Eva llegase, no quería que notase mi tristeza y que a causa de eso tomase la decisión de no viajar a Guadalajara. En su semblante se notaba una combinación de aflicción y felicidad, lo cual nos confundió a ambos.
—¿Qué sucede, Eva? —pregunté con fingida serenidad.
—No quería decírtelo hasta el último momento, pero me voy con Cata a Guadalajara —respondió. Su voz transmitía alegría, aunque también estaba triste.
No voy a negar que me afligí un poco por tener que dejarla ir, pero hice el intento de alegrarme y celebrar que estaba dando los primeros pasos hacia la realización de un gran sueño.
—Además —continuó Eva—, papá y mamá me acaban de dar una gran noticia, fue algo inesperado.
—¿Qué cosa? —pregunté.
—Miren —respondió Eva, a la vez que nos entregaba una carpeta a mí y un pasaporte a Cata.
Cuando abrí la carpeta, encontré una serie de documentos que me dejaron asombrados, pues mis padres se habían hecho con la custodia de Eva. Fue gracias a eso que pudieron tramitar una identificación y un pasaporte.
—¿Ya les habías dicho algo a mis padres? —le pregunté a Cata.
—Sí, Eva me había facilitado el número de contacto de tu mamá. Ellos supieron antes que ustedes mi propuesta.
—No sé qué decir —musité.
—La verdad —replicó Cata, a la vez que me miraba fijo y asentía, aunque ese día no tuve la valentía de hacerlo.
—Eva Sofía Fernández Aristigueta. Legalmente, ya eres mi hermana mayor —le dije a Eva.
—Sí, de verdad que no sé cómo reaccionar al respecto, apenas les di las gracias a papá y mamá —comentó ella.
—Bueno, gracias a tu nuevo nombre, podemos sacar el que será tu sello distintivo —intervino Cata—. A partir de ahora, el medio artístico te conocerá como Eva Sofía.
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