Bajo los efectos de la cocaína es muy poco lo que se razona, y por ese simple hecho, la lógica dejó de existir.
Claro, la diferencia de esa tarde y el resto del día era que estaba consciente de lo que sucedía, no había otra droga influyendo en mi memoria y todo lo ocurrido quedó grabado en mi mente.
En medio de todas las sensaciones estimulantes, no creímos en los límites, y poco nos importó la música a todo volumen, pues Susi resaltó que los otros apartamentos le pertenecían; no había vecinos a los cuales molestar.
Por eso tampoco nos contuvimos a la hora de exhibirnos por todo el pasillo del piso diez, corriendo en ropa interior y gritando con locura; jamás me sentí tan libre y apasionado.
De vuelta en su departamento, terminamos de esnifar la droga restante y luego nos dedicamos a la ingesta despreocupada de alcohol, esto gracias a la gran variedad de bebidas que Susi tenía en sus despensas, desde distintos tipos de cervezas hasta los mejores whiskys.
—¿Has tomado de toda esa mierda? —pregunté con voz burlona.
—Sí, pero solo para probar, y puedo decir que el tequila es lo mejor —respondió, sacando de su despensa dos botellas de tequila.
Tal era nuestro desenfreno que ni siquiera fuimos en busca de limón y sal. Nos tomamos el tequila directo en medio de retos absurdos que nos llevaron a la desnudez, aunque sin llegar a un encuentro sexual.
La estaba pasando increíble, no lo voy a negar.
Esa tarde fue una de las que más he disfrutado en mi vida, pero la cosa no se detuvo ahí, pues una vez que nos tomamos el tequila, Susi me sugirió probar una nueva droga.
—¡Estás loca! —exclamé en medio de risas, ya la sensación de estímulo que la cocaína me generaba estaba pasando.
—Siempre lo he querido probar, dicen que es increíble —dijo, igual de risueña que yo.
Susi quería probar éxtasis, pero le daba miedo hacerlo sola, por eso me convidó con la excusa de que juntos superaríamos cualquier cosa.
Como ya estaba bajo los efectos del alcohol, era poco lo que me importaba, por lo que accedí de buenas a primeras. Jamás se me pasó por la mente la idea de razonar, esa fue la primera vez que me permití todas las libertades que en el fondo deseaba llevar a cabo y que por medio de las drogas se hizo posible.
Entonces, la situación cambió cuando sucumbimos a los efectos del éxtasis.
Susi no se mostró aterrada ni cohibida con las nuevas sensaciones que experimentamos, e incluso me correspondió ante las repentinas fantasías perversas que se me ocurrieron.
Ese definitivamente pudo ser uno de los días más locos de mi vida, al igual que placentero y espectacular, pero con la desgracia de haber sucumbido ante la tentación de una chica tan hermosa como Susi y los venenos que le acompañaban.
Al día siguiente me despertó una llamada telefónica de mamá, quien, con notable molestia, me reclamaba el no haberle avisado que estaría tanto tiempo fuera de casa y que no contestase sus llamadas. Apenas me disculpé, no tenía mucho que decir, estaba avergonzado con ella y con los surgentes recuerdos de una noche alocada junto a Susi.
Ella yacía dormida en el sofá de la sala de estar, estaba desnuda y temblaba por el frío que hacía; la única consideración que tuve fue ir a una de las habitaciones y buscar una cobija para arroparla. A diferencia de la noche anterior, lo que sentí cuando salí del apartamento fue un profundo arrepentimiento. No podía creer lo bajo que había caído y reproché en varias ocasiones mi falta de voluntad, hasta me avergonzaba darle la cara a mi familia.
Veinte minutos después, cuando llegué a casa, mamá me recibió con un gran regaño, alegó sentirse avergonzada de mi comportamiento y el olor a alcohol que emanaba; a sus reclamos se unió Eva, que se le notaba decepcionada.
—¿En qué momento te volviste tan irresponsable con tu salud? ¿Acaso no recuerdas lo que te dijo el doctor? —reclamó mamá.
—Lo siento —musité arrepentido.
—Disculparte no solucionará los problemas que puedas padecer si no te cuidas, Paúl, tienes que cuidarte y ser responsable contigo mismo, por amor a Dios —insistió mamá con molestia.
—No debiste ir a esa fiesta —comentó Eva, aludiendo a la fiesta de Joel.
—Sí, tienen razón —dije arrepentido—, pero les prometo que esto no volverá a pasar.
Si supiese que solo expresaba palabras vacías, no hubiese hecho una falsa promesa. Estaba actuando bajo las influencias del arrepentimiento y el calor del momento. Lo único que quería era que tanto mamá como Eva no se preocupasen más de la cuenta; ellas no merecían eso.
—Solo tienes que cuidarte, hijo, la salud es vital para lograr lo que queremos en la vida, nada es posible si no estamos sanos, ni siquiera el dinero te puede garantizar lo que sí te garantiza estar saludable —dijo mamá.
—Estoy de acuerdo, pon más de tu parte y sé responsable, propóntelo como una meta personal y verás que podrás superar estos baches —continuó Eva.
En ese momento, estuve a punto de agradecerles y decirles que no volvería a cometer esos errores, que las malas experiencias, aunque irónicamente buenas para mí por el disfrute de una tarde y noche alocada, me permitirían aprender a ser un adulto responsable, pero me distrajo una notificación de WhatsApp.
Susi. Me sorprendió ver que no estabas, pero supongo que tienes tus razones, espero que volvamos a repetir lo de ayer… Fue increíble.
Mamá y Eva no dijeron nada cuando me vieron leyendo el mensaje, y apenas pude decirles que iba a ducharme y descansar, aunque ambas exigieron que, después de la ducha, bajase a desayunar.
Paúl. No se repetirá, lo siento.
Susi. ¿Por qué? ¿Acaso no te divertiste?
Paúl. No voy a negar que la pasé increíble, pero no quiero depender de las drogas o el alcohol, ni caer en la adicción. Lo de ayer estuvo mal en todos los sentidos, y fuiste una mala persona al dejarme sucumbir ante las tentaciones. Sabes que estoy yendo a rehabilitación y permitiste que tropezase.
Susi. Solo te dejaste llevar, pero no te preocupes, te aseguro que no habrá más drogas, no soy tan irresponsable ni desconsiderada… ¿Te parece si nos vemos mañana?
Paúl. Démonos un tiempo, Susi, no me siento seguro contigo.
Susi no respondió a mi mensaje, e incluso pasé unos días sin toparme con ella, lo cual fue un alivio dentro de mis problemas.
En casa, no revelé que había consumido cocaína y éxtasis.
El miedo fue uno de los obstáculos más grandes que enfrenté, pues no quería decepcionar a nadie. Además, Cata le había comentado a Eva que pronto estaría en Ciudad del Valle para ayudarla con el proceso de grabación, por lo que la carrera de Eva estaba iniciando.
Tantas cosas sucediendo a la vez me hicieron cometer error tras error.