Al día siguiente, en mi pecho no dejaba de sentir una sensación extraña que me generaba alegría y desesperación al mismo tiempo. Era evidente que, aunque Sabrina y yo apenas rozamos nuestros labios por unos segundos, el impacto de ese beso me tenía emocionado.
Sentir su suavidad, delicadeza, la calidez de su aliento antes de besarnos y ese delicioso sabor a labial de fresa, me hizo adicto con solo una primera vez; ansiaba llegar al colegio para volver a besarla.
Por suerte, a pesar de que en mi mente solo se proyectaban imágenes de sus labios e idealizaba esa deliciosa sensación, tuve la voluntad de controlarme un poco y tener en consideración que, en el colegio, debíamos mantener la compostura y seguir siendo los buenos estudiantes que éramos.
Sin embargo, tan pronto llegué al colegio, me llevé la sorpresa de toparme con Sabrina en la entrada, junto a una elegante señora que, aunque vestía acorde a la que supuse que era su edad, lucía bastante jovial.
—¡Hola, Paúl! Buenos días —saludó Sabrina con emoción al verme. Se le notaba que me quería abrazar, pero se contuvo.
—Sabrina, muy buenos días… Ayer se me olvidó decirte que la pasé muy bien, espero que podamos salir otra vez —dije con amabilidad.
—Yo también lo espero —hizo una breve pausa—. Por cierto, ella es mi mamá. Ayer le dije que mi novio y yo nos dimos nuestro primer beso y, pues, me dijo que quería conocerte.
Yo no sé cómo reaccioné, pero supongo que fue un asombro gracioso, porque ambas dejaron escapar una risa sutil.
—Mucho gusto, señora, es un placer conocerla —hice una pausa para reencontrarme con la calma, aunque me costó hacerlo—. No tenía idea de que Sabrina ya me veía como su novio, de verdad no esperaba que las cosas fuesen tan repentinas, pero me presento… Mi nombre es Paúl Fernández, tengo catorce años y es un honor compartir una relación con su hija.
—¡Vaya! Tenías razón, este muchacho sí que sabe expresarse, además es apuesto… Espero que sepas valorar a mi hija y cuides de ella, tienen mi aprobación, pero también deben ser muy responsables a la hora de intimar —dijo con amabilidad.
—¡Mamá! —intervino Sabrina, avergonzada.
—¿Qué? Solo les doy un gran consejo. No me gustaría que te suceda lo mismo que a mí, aunque no me arrepiento de haberte tenido siendo adolescente.
—¡Ya, mamá! Apenas hoy es nuestro primer día como novios —exclamó Sabrina de nuevo.
—No tiene por qué preocuparse, señora. Le aseguro que, por ahora, no tengo intenciones de llegar a esos extremos con su hija. Mi familia no lo aprobará cuando presente a Sabrina como mi novia, por lo que harán todo lo posible por no dejarnos a solas —aclaré.
—Me agrada que seas honesto —respondió.
Entonces sonó el timbre del colegio anunciando la hora de entrada, por lo que nos despedimos de mi amable y peculiar suegra, y nos dirigimos a nuestros respectivos salones de clases.
—Perdona a mamá por ser tan directa, y discúlpame por lo repentino, pero entre ella y yo no hay secretos, por lo que le conté los detalles de nuestra cita —explicó Sabrina.
—No te preocupes, me hace feliz que me hayas presentado como tu novio —dije.
—Es que eso somos, cariño… ¿Suena raro que te diga cariño? —preguntó con ternura.
—Sí, suena un poco raro, pero ten la libertad de hacerlo, así nuestra confianza crecerá. De todos modos, que seas mi novia me hace un chico bastante afortunado, y espero que esto sea una sana relación en la que ambos disfrutemos conforme más nos conozcamos —respondí.
Sabrina se ruborizó por la manera en que respondí; fue algo que incluso a mí me sorprendió.
—No deja de asombrarme la forma en que te expresas, y cómo, a la vez, eres capaz de ser tan certero con tus palabras —dijo.
Entonces, como ya teníamos que ir a salones diferentes, y sin importarle que hubiese compañeros de clases presentes, se despidió de mí con un suave beso en mis labios que no solo me dejó a mí sin palabras, sino a todos aquellos que nos rodeaban.
Pasado unos meses, Eva se inscribió en la cuarta edición de El cantar del Valle, un evento local de canto en el que el ganador abriría el concierto de un grupo de cantantes cuya carrera iba en ascenso; era una gran oportunidad para Eva. Este se llevó a cabo en uno de los teatros más importantes de la ciudad, lugar en el que se realizaban obras como Romeo y Julieta, Don Quijote de la Mancha y Doña Bárbara.
Le pedí a Sabrina que me acompañase y me ayudase a apoyar a Eva, e incluso elaboramos una pancarta con su nombre y algunos dibujos de corazones. La canción que Eva escogió fue Por ti en miles de lunas de la reconocida cantante mexicana Cata Florencia, cuya fama se había establecido en su primer disco gracias a su potente y melodiosa voz.
—Y la próxima participante, damas y caballeros — anunció el presentador—, es Eva Fernández. ¡Un fuerte aplauso para ella!
Fuimos pocos los que aplaudimos, razón por la cual el presentador volvió a alentar al público a aplaudir con euforia. Eva no se alegró con la ola de aplausos, pero esbozó una bella sonrisa cuando nos encontró en medio del gentío.
—Sabrina —musité después de un largo suspiro—, supongo que en estos meses de noviazgo no he sido lo suficientemente romántico para demostrarte lo que siento por ti… Sé que esperas más de mi parte y que presentarte a mis padres no es prueba suficiente, ni el hecho de que me contenga ante ciertas situaciones, pero que sepas que de verdad te quiero y significas mucho para mí.
Mis repentinas palabras tomaron por sorpresa a Sabrina, que a diferencia de mí, tenía una facilidad increíble para demostrarme su amor, tanto física como emocionalmente.
—Sé que esto será cursi, pero permíteme que te dedique esta canción —dije, justo antes de que Eva diese los primeros rasgueos a su guitarra.
Sabrina me tomó de la mano y, conforme escuchábamos la canción, sentí a través de sus apretones lo conmovida que estaba.
Sabía que dedicar una canción no era suficiente para demostrarle lo que sentía por ella. Sabrina merecía mucho más que eso, más de mí como novio, más que corresponder a sus besos y abrazos.
Por eso me atreví a tener la iniciativa como en nuestro primer beso, y con delicadeza la tomé de su mentón para quedar cara a cara. Ella me miró confundida, aunque el brillo de sus hermosos ojos me transmitió que esperaba eso de mí. Entonces, en un ambiente romántico en el que Eva mejoró el momento con su música e increíble voz, besé a esa linda chica.
En esa ocasión, ya habiéndonos besado muchas veces y superando ciertos obstáculos en lo que se refiere a los besos, tuve la osadía de ser apasionado, de besarla con lujuria aunque sin dejar de demostrarle mi amor. Nuestras lenguas hicieron contacto, y no era la primera vez, pero la forma en que sucedió fue más placentera que de costumbre, inusual y a la vez maravillosa.
—Te quiero mucho, Sabrina —musité al interrumpir nuestro beso.
—Yo también te quiero, Paúl —respondió ella, entregándose a mí en un cálido abrazo mientras Eva daba lo mejor de sí en el escenario; fue un momento increíble.
Al final de su presentación, Eva recibió una ovación de pie por parte del público, seguida de una ola de aplausos ensordecedora que obligó al presentador del evento a pedir que nos detuviésemos.
Sin embargo, Eva no convenció al jurado y quedó en tercer lugar a pesar de todo, aunque ganó dos boletos en primera fila para la obra de Romeo y Julieta. Lo bueno fue que, si bien no fue la ganadora, obtuvo algo que esperábamos más allá de ello: reconocimiento.