บท 15: Capítulo 15
Si bien pude comprender que la decisión de mamá respecto a Eva no era un capricho personal, sino que la quería proteger a toda costa, me costó asimilar esos detalles que no sabía de su pasado; no fue fácil afrontarlo como ella, quien para entonces ya lo había superado.
La ida al río de agua cristalina se vio opacada por la tristeza, más que todo de mi parte, pues en la vida, jamás había enfrentado situaciones complejas, siempre fui un niño mimado.
A pesar de todo, Eva mostró valentía y logró animarme, de hecho, nos relajamos dándonos un refrescante baño en esas bellas aguas. Incluso tuvimos la idea de ir a la montaña, pero como queríamos volver antes de las siete de la tarde, dejamos ese plan de lado.
Más tarde, de regreso a casa, justo antes de abrir el portón de la entrada principal, notamos que nuestro vecino, Manuel, nos saludó por primera vez desde que nos mudamos a Ciudad del Valle. Era un muchacho callado y con el que me crucé muy pocas veces de camino al colegio. Su complexión atlética me permitió deducir que era deportista, pero nunca me di la oportunidad de conocerlo.
Eva y yo decidimos ignorarlo, pero a pesar de su timidez, este se mostró muy interesado en querer hablar con nosotros. Su exagerada y mal actuada simpatía nos resultó empalagosa.
—Hola, chicos. ¿Qué tal? —saludó animado, se le notaba nervioso.
—Hola… Eres Manuel, ¿cierto? —pregunté.
—Sí, mucho gusto.
—Tu mamá se lleva muy bien con la nuestra, ya nos había comentado algo de ti, mucho gusto… soy Paúl y ella es mi hermana, Eva.
Eva se asombró cuando la presenté como mi hermana con total naturaleza, aunque recuperó rápido la compostura y le tendió la mano para estrechársela; él se ruborizó. Ahí entendí la razón por la cual nos saludó esa tarde. Era evidente que a Manuel le gustaba Eva, solo por eso se atrevió a hablar con nosotros.
Al principio lo consideré de mal gusto, pero teniendo la oportunidad de tener por lo menos un amigo en el vecindario, y admirando la valentía del muchacho, me mostré amable y confiado. Eva, por su parte, no se sintió cómoda, y no precisamente por Manuel, sino porque a este se le notaba la presión que le generaba su presencia.
—Paúl, iré a ducharme y recostarme un rato, en una hora bajo para preparar la cena —dijo Eva para despedirse.
—¡Bien! Muchas gracias… Por cierto, me divertí mucho a pesar de todo —respondí.
Eva esbozó una bella sonrisa y se despidió de Manuel, asintiendo con esa gracia que la caracterizaba cuando agradecía a las personas que admiraban su talento frente a la cafetería.
—¡Carajo! Soy un desastre —dijo Manuel a modo de reproche.
—¿Por qué? —pregunté confundido.
—No pude darle una buena impresión a tu hermana —respondió.
—Y a mí tampoco con lo descarado que eres —repliqué.
—Ah, lo siento, de verdad. Lo que pasa es que, desde que la vi, no dejo de pensar en ella.
—Concuerdo ahora con que eres un desastre.
—¡Oye! Pero tampoco seas cruel conmigo.
—Aprecia mi honestidad, no todos tienen la dicha de gozarla.
—Ok, la apreciaré. Así que dime, ¿tengo posibilidades de tener una cita con tu hermana?
—No.
—¿Eh? Pero, ¿por qué?
—Porque ella no está interesada en pasar tiempo con otros chicos, ni el romance, ni nada que implique compartir con gente en la que no confía.
—¡Carajo! Tu honestidad es filosa, ¿sabes?
—Lo siento, solo te digo la verdad para que no pierdas tiempo.
—Entiendo, pero de igual manera, no pienso rendirme… Así que por ahora, me conformaré con ser tu amigo para ganarme su confianza… ¿Eso podría ayudarme, cierto?
—En efecto, sí, pero también serías un interesado, y eso me molesta.
—Lo siento, Paúl, pero en el amor y la guerra, todo se vale.
—En el amor y la guerra todo se vale, menos arrastrarse. En la guerra se muere de pie y en el amor se dice adiós con dignidad.
Manuel me miró perplejo; no esperaba a que replicase su argumento incompleto.
—Touché —dijo apenas.
—Ojo, no quiero decir que esté mal que te guste Eva, de hecho, admiro tus buenos gustos, pero te aseguro que perderás tu tiempo… Por ende, lo mejor será que tengas dignidad.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó de repente.
—Catorce, ¿por?
—¡Vaya! Para tu edad, sí que eres bastante maduro… Bueno, aprecio todo lo que me has dicho, pero de igual manera, quiero que ella se fije en mí.
—No puedo evitar que lo hagas, pero ten en cuenta que estaré del lado de Eva.
—Eso lo respeto… Oye, por cierto, ¿no te gustaría asistir al gimnasio conmigo?
«¿Un gimnasio?», pensé, al mismo tiempo que buscaba una respuesta acorde para Manuel.
—¿Y eso? —pregunté desconfiado.
—Bueno, es que mi mejor amigo se mudó de la ciudad, y como no me gusta ir solo al gimnasio, pensé que sería genial que me acompañases. Así podríamos hacernos amigos sin que me taches de interesado, ¿no crees?
—Eso suena genial, pero tengo que preguntarle a mis padres primero —respondí a modo de excusa, pensando al mismo tiempo que él enfrentaba una situación similar a la mía respecto a mi amistad con Uriel.
—Podemos empezar el lunes, claro, si te dan permiso —sugirió.
—Ya veremos —dije.
—¡Bien! En ese caso, me voy… ¡Ah! Por cierto, eres bienvenido cuando gustes. Me gustaría compartir mis pasatiempos contigo.
—Gracias, eres muy amable, nos vemos.
Debo decir que no esperaba encontrarme a alguien tan interesado en Eva, aunque no me asombraba, pues Eva era una chica bastante hermosa.
En cuanto a la idea de asistir a un gimnasio, sabía que mis padres no se opondrían a ello por ser una actividad beneficiosa para mi salud. Además, estaba seguro de que se alegrarían al saber que me iba a llevar bien con Manuel, pues en ocasiones me hablaban de él cuando volvían de visitar a nuestros vecinos.
A fin de cuentas, y con el paso del tiempo, me vino de maravillas ejercitarme y más cuando estaba en pleno desarrollo. El cambio en mi cuerpo no fue rápido, pero a la larga, sí que se notó una gran diferencia. Incluso me vi en la necesidad de comprar ropa. Mi condición física mejoró y lo mejor fue que me empecé a sentir muy bien conmigo mismo; fuerte y saludable.
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