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Se tensó, sus manos se volvieron frías y cayeron a sus lados cuando él la abrazó.
Inhaló bruscamente. —Eso no es un problema —susurró.
—Esto debería comenzar, no deberíamos perder más tiempo —interrumpió Dora, cruzando sus brazos, entrecerrando los ojos.
—Deberíamos. Cuanto antes, mejor —se desprendió del abrazo, una pequeña sonrisa en su rostro.
Asintió con la cabeza. —Está bien entonces. ¿Vendrás conmigo ahora mismo?
—Iré —sonrió.
Se giró hacia Archi, se agachó y extendió sus brazos para un abrazo. —Ven aquí hijo —murmuró suavemente.
Él corrió a su pecho. —Vuelve otra vez cuando tengas tiempo, madre —dijo con los labios hacia abajo.
Ella asintió. —Lo prometo.
El resto de ellos los observó por un rato.
—Bueno, tengo que irme —besó sus mejillas—. Te amo, hijo mío —sus ojos se llenaron de lágrimas.