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—Hace tiempo que no lo hacíamos —sonrió él, mientras tiraba suavemente de su vestido.
Antes de que ella pudiera decir algo más, sus manos se deslizaron hacia sus hombros y le bajaron el vestido por cada uno de ellos. Ella soltó un jadeo al sentir su vestido deslizándose por sus pechos.
Él se inclinó hacia delante y la besó suavemente en los labios. Por más que ella quería resistirse, no pudo. Sus labios la debilitaban cada vez más.
Ella trataba con todas sus fuerzas de sofocar sus gemidos.
—¿Por qué tienes que torturarme de esta manera? —preguntó ella, con la voz en un susurro entrecortado, temblaba de placer.
—Me torturas de la misma manera, es justo que recibas lo que me haces —respondió él con voz ronca, y capturó sus labios nuevamente.
Él le cubrió de besos desde el cuello y el hueso de la clavícula, bajando hasta su pecho y estómago.