Oberón había enviado mensajeros para convocar a todos al palacio al día siguiente. No le habló a Selena esa mañana y estaba sombrío.
Todo el mundo se preguntaba qué estaba sucediendo en esos días, ya que el rey siempre los convocaba por el más mínimo asunto.
—¿No piensan que esto es un poco demasiado? ¡El Alfa nos convoca casi cada semana! —se quejó una mujer lobo a su compañera.
—¿Qué podemos hacer? No es como si pudiéramos cuestionarlo, ¿o acaso tú lo cuestionarías?
Ella miró hacia otro lado negando con la cabeza. —No quiero meterme en problemas —tragó saliva.
—Entonces es mejor que mantengas la boca cerrada, no te gustaría si alguien de la corte real escuchara lo que dijiste.
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Todos se reunieron como lo había ordenado el rey, desde el más grande hasta el más pequeño. Esta vez, Oberón no entró con gracia como la última vez que los convocó.
Se arrastró hasta el podio, más alto que el resto de ellos, y se sentó.
Se aclaró la garganta. —¡Traedlos adelante!