Oberón irrumpió en la habitación, sus ojos se posaron en Nyx, quien se acurrucaba y susurraba dulces palabras a un bebé invisible.
—¿Nyx? —llamó.
Ella se volteó a mirarlo. —¿Sí? —Se levantó.
—¿Con quién estás hablando?
Ella intercambió miradas con el bebé. —Yo... estoy... bueno, estaba... —tragó saliva nerviosa, preguntándose cómo explicarles sobre el niño.
—¿A quién llevas? —Se acercó hacia ella.
Ella se encogió de miedo cuando él se acercó a ella.
—Estaba hablando con el bebé.
Él arqueó una ceja. —¿Un bebé? ¿De quién es el bebé?
Ella señaló al niño, que estaba en el suelo, moviendo sus grandes ojos.
Él se giró para mirar donde ella señalaba pero no vio a nadie.
—¿Estás loca? No hay nadie ahí.
Ella frunció el ceño. —¿Qué quieres decir? Él está justo ahí —señaló hacia el lugar donde el bebé estaba sentado.
Él frunció el ceño y miró el lugar de nuevo pero no encontró a nadie. —No puedo ver a nadie ahí —se palmeó la frente levemente.