—Siempre tocaré a la puerta cuando venga y las criadas también. Si encuentras a alguien colándose, asegúrate de gritar y apuñalarlos. No me fío de todos aquí, así que tú tampoco deberías —dijo Zayne.
Rosa inspeccionó el cuchillo en sus manos. No necesitaba que le dijeran que debía desconfiar de quién estaba allí, ya que no se fiaba de nadie. Ni siquiera de las mujeres. Ella ya había sido traicionada por mujeres antes.
Aunque Zayne no mostró ni una sola vez interés en lastimarla, todavía no podía confiar en él.
—¿Hay algo más por lo que estás aquí? —preguntó Rosa, sintiendo como si hubiera algo que él necesitaba decir o algo que esperaba que ella dijese—. ¡Ah! Gracias.
—Me recuerdas a un conejo —dijo Zayne.
—¿Un conejo? ¿Cómo era de nuevo? —Rosa preguntó, intentando visualizar al animal. Había oído a los comerciantes gritando que vendían el animal, pero nunca tuvo ninguna razón para comprar uno, así que nunca lo miró.
—¿Nunca has comido un conejo? —preguntó Zayne, curioso sobre las comidas en el burdel. Había visto a algunas mujeres ser engreídas con buena carne. Aunque, no era Graham quien lo hacía sino los clientes que querían dormir con ellas.
Rosa negó con la cabeza. ¿Por qué Graham le daría de comer conejo? Eso estaba reservado para él o sus clientes. A veces la hacía sentarse frente a él mientras él comía porque le gustaba mirarla, pero ella siempre bajaba la cabeza.
Había animales en la parte trasera del burdel, pero en su mayoría eran caballos, gallinas y algunos patos.
—Una vez hubo una vaca en el burdel. La recibió como regalo de un cliente al que llamó generoso y hasta he visto una serpiente. Vagamente recuerdo que los conejos eran animales bonitos. Los vivos deberían mantenerse lejos del burdel ya que es un lugar feo —dijo Rosa, sin querer que el burdel corrompiera más inocencia.
—Creo que las vacas y las serpientes se ofenderían de que no creas que son bonitas —dijo Zayne. Él notó la mirada de arrepentimiento en sus palabras.
—Bueno —comenzó Rosa, pero luego lo pensó mejor—. Supongo que las vacas podrían ser bonitas pero las serpientes dan miedo. Al menos por lo que vi que las usaban. No quiero ver otra.
—Y sin embargo, atravesaste una montaña que me han dicho que tiene serpientes. Podrías haber pisado una mientras tropezabas por la noche y hay cosas peores que podrías haber encontrado. Tienes suerte de estar aquí sin daños —dijo Zayne, una vez más impresionado.
—Solo habría corrido si viera una. Las serpientes dan miedo pero son más fáciles de soportar que las personas. Espero que los animales en la naturaleza quieran hacerme daño. Con las personas tengo que adivinar. Partiré al atardecer. Será difícil que alguien me vea si me muevo durante la noche —dijo Rosa.
Había descansado bien y comido lo suficiente para empezar a moverse. Lo último que quería era abusar de su bienvenida.
Rosa había envuelto algo de la comida de la primera vez que le dieron de comer, así que tenía algo para comer mientras caminaba. Su próxima comida era incierta, así que disfrutaría de la carne que Zayne le había traído.
—Tengo que viajar por la mañana y resulta que es en la dirección a la que vas. No estoy seguro de qué tan cerca pasaré de tu próximo destino, pero podrás llegar cerca en un transporte. Tendrás la noche para descansar aquí y planear más. ¿Qué quieres hacer? —preguntó Zayne, dándole la libertad de decidir.
—Prometí que solo me quedaría aquí hasta la noche. No soy bienvenida aquí —dijo Rosa, queriendo evitar más problemas.
—Si digo que pasarás la noche, nadie debería cuestionarlo. Todos están bajo mi mando. Si deseas tropezar durante la noche y estar exhausta por la mañana, entonces sostendré la puerta abierta para ti. Si deseas quedarte, te permitiré usar esta habitación y te llevaré conmigo por la mañana.
Zayne no tenía interés en rogarle que se quedara. O quería un transporte en lugar de tener que caminar toda la noche o terminaría igual que como uno de sus soldados la encontró.
—Me gustaría poner distancia entre mí y Graham. ¿Y si él apareciera aquí mañana? Estabas en el burdel cuando yo todavía estaba allí aunque no tendrías razón para robarme. No quiero traerte problemas —dijo Rosa, sabiendo cómo sería Graham si sospechaba que estaba aquí.
—Un hombre enojado dirigiendo un burdel es lo menos de mis preocupaciones. Todo lo que conoces es a Graham, pero hay hombres con más poder de lo que él tiene. Si aparece aquí, no te encontrará —dijo Zayne, ya que Graham tendría que ser bienvenido adentro para que eso sucediera—. Mis soldados no hablarán de tu presencia aquí porque no les gustan tu gente.
—Sería bueno descansar y luego disfrutar de un transporte lejos de aquí. ¿Usarías un carruaje? —preguntó Rosa, emocionada de sentarse en uno. Solo había sido transportada en la parte trasera de un carro cuando fue llevada al burdel.
Un carruaje era una de las cosas que siempre le había dado curiosidad cuando caminaba por el pueblo. Había una larga lista de cosas en su cabeza que le gustaría probar algún día ahora que era libre. Una vez que se asentara en algún lugar, Rosa esperaba hacerlo todo.
—Sí, a menos que prefieras montar a caballo, lo cual dudo que sepas hacer. ¿Verdad? —dijo Zayne después de que ella negara con la cabeza—. Es uno que traje aquí conmigo en barco. No confiaba en que los que hay aquí se adecuaran a mi gusto. Serás la primera de tu gente en montarlo si te quedas.
Rosa no pudo resistirse a la oferta ya que no sabía cuándo podría tener la oportunidad de viajar en un carruaje. Viajar de noche era peligroso, aunque caminar en la oscuridad podría ocultarla. El carruaje podría llevarla a donde quería ir más rápido de lo que podría haber llegado caminando toda la noche.
—No te hagas daño con tanto pensar —dijo Zayne, tentado de darle un toque en la frente.
—Me uniré a ti por la mañana, pero debes tomar algo de mi dinero o quizás pueda limpiar algo ahora. No me gusta recibir algo gratis. Trae más problemas que saber el precio ahora —dijo Rosa.