Suspiré profundamente, puede que, a simple vista, la habilidad de Políglota no era gran cosa, pero sabía que en el mundo del entretenimiento podría ser una joya invaluable. La habilidad para hablar y entender cualquier idioma podría abrirme puertas que antes ni siquiera había imaginado.
Estaba saliendo de los lockers de los trabajadores para ya irme a casa cuando una voz grave me sacó de mis pensamientos. Miré hacia la fuente de la voz y allí estaba el esposo de la señora Gloria.
—Chico, acércate por favor —dijo con un tono amable que dejaba claro que no estaba enojado, aunque yo estaba dispuesto a ofrecerle una disculpa si lo necesitaba—. Nadir, ¿verdad?
—Así es, señor —respondí con una cortesía
—Soy el esposo de Gloria, Vicente. Quiero hacerte una petición —dijo, con una seriedad que me hizo imaginar que estaba a punto de pedir un favor tan grande como encontrar al asesino que mato a su perro.
—Claro, señor, dígame —dije, preparándome para lo que viniera.
—La próxima semana es el cumpleaños de mi esposa. He visto cómo disfruta de tus canciones y me gustaría que escribieras una para ella y la cantaras en su celebración. ¿Puedes hacerlo?
Mi mente instantáneamente se disparó hacia la pregunta crucial: "¿Me vas a pagar por esto?" Vamos, no me miren así, todavía estoy en la categoría de "artista en apuros". Pero justo en ese momento, como si el universo hubiera decidido darme un empujón y decirme "relájate, que aquí viene lo bueno", una notificación apareció frente a mis ojos:
[Nueva misión desbloqueada: Escribe una canción para la esposa de Vicente]
[Descripción: Se te ha hecho una solicitud especial de canción. El propósito es complacer al cliente.]
[Recompensa: +1 habilidad especial]
[Tiempo: Una semana]
Mis ojos se iluminaron con la notificación. No solo estaba recibiendo una oportunidad para demostrar mi valía, sino que también tenía la posibilidad de obtener una habilidad especial. Me sentí como un niño en una tienda de dulces, listo para lanzarme a explorar cada rincón del lugar.
—¡Perfecto! —dije, sin poder ocultar mi entusiasmo—. Acepto con gusto, señor Vicente.
Vicente soltó una risa suave, como si estuviera disfrutando de un secreto privado. —Chico, primero debes decir el precio.
Oh, claro, el precio. ¿Cómo pude olvidarlo? Me ruboricé ligeramente. Hace rato estaba pensando justo en eso pero, en mi entusiasmo, la notificación del sistema había ocupado toda mi atención.
—¡Oh, sí, cierto! —respondí, rascándome la nuca—. Me olvidé por completo. ¿Cuánto me ofreces?
Vicente, con una sonrisa traviesa que me hizo pensar que probablemente disfrutaba de este pequeño juego, dijo—: Te ofrezco $1,000. ¿Aceptas?
Me quedé boquiabierto. En mi mente, la oferta de Vicente parecía casi surrealista. No era común que un músico como yo recibiera una suma tan generosa. Aunque ahora estaba en la lista C, no me hacía olvidar que aún no podía cobrar como una estrella consolidada.
Sin embargo, era hora de aplicar mis dotes de actuación y jugar el papel de un presidente de un gran corporativo. Así que mantuve mi postura estoica como si estuviera negociando un contrato por miles de millones.
—¿$1,000? —pregunté, tratando de no parecer demasiado entusiasta—. ¡Eso suena... perfecto! Sí, señor, acepto —dije con una seguridad renovada, sin dudarlo un segundo.
Vicente sonrió, claramente complacido con mi respuesta. Después de intercambiar detalles sobre el tipo de canción y la historia detrás de Gloria para capturar la esencia en la letra, se despidió con un gesto amistoso. Me quedé allí, mirando cómo se alejaba, pensando en la nueva habilidad especial que recibiría como recompensa.
..
Mientras Nadir se dirigía a casa, su mente estaba en un torbellino de pensamientos y posibilidades. Las recompensas del sistema y la nueva canción que había prometido escribir para Gloria lo mantenían ocupado, con una sensación de anticipación. Su mente se tambaleaba entre acordes y letras.
Al mismo tiempo, Vicente salía del restaurante por la entrada principal. Su auto de último modelo, un elegante negro azabache, estaba rodeado por una caravana de seguridad. La escena era tan ostentosa que podría haber confundido el despliegue con el de una película de acción, con guardaespaldas que parecían estar esperando la señal para lanzarse a la acción si alguien incluso pensaba en acercarse.
De hecho, aunque Nadir dijera que su abuela Gloria siempre venia sola, en realidad, si uno era observador, se daría cuenta que cada vez que venía había al menos 3 hombres con trajes completos de color negro distribuidos alrededor del restaurante.
Mientras Vicente se acercaba al coche, un hombre de traje impoluto se adelantó para abrir la puerta. Al subir al auto, se encontró con Gloria, su esposa, que ya estaba acomodada en el interior con una sonrisa que parecía decir "Lo hice de nuevo".
—¿Qué tal, querido? —le preguntó Gloria con una mezcla de curiosidad y triunfo—. ¿Te agradó el joven cantante?
Vicente se acomodó en su asiento, mirando a su esposa con una expresión que mezclaba admiración y resignación. Gloria había insistido en ir a ese restaurante porque estaba convencida de que el joven tenía "la voz de un ángel" y que su habilidad para transmitir emociones era inigualable. Vicente había cedido con la esperanza de que, al menos, podría relajarse un rato y pasar un rato agradable. Sin embargo, estaba preparado para ser decepcionado, como siempre que Gloria se dejaba llevar por sus "descubrimientos" artísticos, como le gustaba llamarlo, pero la verdad era que ella a veces se dejaba influenciar por jóvenes que le recordaban a su hija. De hecho, él también pensaba que se parecía mucho a ella, pero sabia como no dejarse llevar por sus emociones, gracias a sus innumerables experiencias a lo largo de los años.
Pero, tras escuchar a Nadir cantar, Vicente tuvo que admitir su derrota. El joven no solo tenía un talento innegable, sino que su actitud risueña y su pasión desbordante eran genuinas, lo cual hacía que su desempeño fuera aún más impresionante.
—Fue espléndido, cariño. Tienes buen gusto —dijo Vicente
Gloria sonrió ampliamente, satisfecha con el reconocimiento de su esposo. Sabía que Vicente no era del tipo de hombre que elogia a la ligera, así que su elogio era un verdadero cumplido.
Mientras los coches se dirigían a su destino, Vicente volvió a hablar con un aire de decisión.
—Quiero festejar tu cumpleaños en el restaurante de La Doña. ¿Qué opinas?
—¡Me encantaría! —respondió Gloria con entusiasmo. María, una de sus amigas más cercanas, había construido su imperio desde abajo con un solo restaurante que ahora se había expandido enormemente a varias otras industrias. Gloria y María habían compartido más que amistad; su conexión era casi como una hermandad.
Al llegar a su destino, los coches se adentraron en lo que parecía un castillo, pero que en realidad era una de las mansiones más imponentes de la ciudad. Mientras entraban, Vicente y Gloria no podían dejar de pensar en la próxima fiesta, y Nadir, en su rincón del mundo, seguía sin saber que su (autoproclamada) abuela que conocía de hace un mes estaba casada con el hombre más rico de este país y uno de los magnates más conocidos a nivel mundial.
Vicente de la Barrera.
El destino, siempre caprichoso, había decidido entrelazar sus caminos de formas que ni él podía imaginar.