Amelie se sentó en la cama y observó cuidadosamente la habitación.
La habitación de Liam era bastante reservada en colores, era evidente que él prefería todas las tonalidades de negro lo cual contrastaba enormemente con la habitación que tenía en la mansión de Richard. Se preguntaba si Liam había elegido este diseño él mismo.
La cama era grande y ancha; la ropa de cama gris y blanca se sentía agradable al tacto y cuanto más deslizaba sus manos sobre ella, más relajada se sentía. La sensación calmante combinada con un tenue aroma persistente de la colonia de Liam la estaba adormeciendo.
Apagando las luces de la habitación, Amelie se acurrucó bajo la manta y colocó su cabeza pesada en la suave almohada, pero el sueño aún se resistía a acogerla en su abrazo.
«Fue un día muy agotador...»