Amelie caminaba por los largos pasillos de la mansión y con cada paso que daba, su corazón se sentía cada vez más tranquilo. Se detuvo justo antes de la puerta del estudio de Ricardo y cerró los ojos, tomando unas cuantas respiraciones profundas para calmar sus nervios.
—Apenas podía respirar estos últimos días pero ahora... aparte de la extraña sensación que vacía mis pulmones, me siento absolutamente bien.
Al entrar en la habitación, las suposiciones de Amelie se confirmaron instantáneamente. Ricardo estaba sentado detrás de su escritorio junto a un hombre que ella nunca había visto antes, pero a juzgar por su apariencia y el delgado montón de papeles frente a él, era un abogado externo contratado por su esposo para poner fin a su matrimonio.
—Ven, toma asiento.