—Bienvenidos a la tierra de los Fae, es un honor recibirlos en el Castillo Seelie —los seis hablaron al unísono y fue algo escalofriante—. Permítannos escoltarlos a un vestidor para que puedan prepararse para su comida. Cuando estén listos, llevaremos su equipaje a sus habitaciones —seguían hablando juntos y yo no sabía cómo responder. Simplemente me giré para mirar a Artem y le dejé manejar la situación.
—Eso sería agradable, gracias —él sonrió y les hizo un gesto con la cabeza, así que copié sus movimientos e hice lo mismo.
—Por favor, sígannos —se levantaron todos a la vez. La mayoría se dirigió a la maletera de la limosina y tomó una maleta para cargar, pero dos de ellos se quedaron frente a nosotros y comenzaron a guiarnos.