—¿Artem? —La voz de Estrella acababa de romper el silencio cargado que nos envolvía. Mi corazón latía acelerado y mi respiración se entrecortaba en mis pulmones.
—¿Estrella? —Sentía la necesidad, el deseo que se había acumulado en mi cuerpo. La quería, pero no iba a cometer ese error otra vez.
—Artem, yo... —No sé lo que Estrella iba a decir, porque antes de que pudiera terminar la pregunta, su estómago rugió con fuerza. Fue entonces cuando me di cuenta de que Estrella no había comido antes de salir de casa esa mañana. Y no había manera de que ese cobarde estúpido la hubiera alimentado mientras estaba con él. Debía estar muerta de hambre.
¿Pero en qué demonios estaba pensando? Debería haberla dejado besarme inocentemente y luego haberme ido. No tendría que haberme alterado tanto. Necesitaba mantenerlo en mis pantalones por ahora. Necesitaba esperar hasta que ella estuviera lista. Si no lo hacía, Chay y Doc podrían matarme.