Diana irradiaba felicidad al salir de la casa, por fin.
Había regresado al espejo más de cien veces para asegurarse de que lucía perfecta. Sonrió al verlo salir del coche, tan guapo como siempre, solo mirarlo era suficiente para hacer que juntara las piernas. Michael se detuvo en su camino y sus ojos apreciaron su cuerpo; llevaba puesto un vestido corto rosa, con sandalias, y tenía el cabello recogido, con algunos mechones cayendo aquí y allá que la hacían ver muy linda.
Diana se sonrojó al desviar la mirada de él;
—¿Eh, deja de mirarme así, me haces sonrojar?
Se rió al sentir cómo se calentaban sus mejillas y orejas, sus dedos se aferraron alrededor de la canasta en sus manos con fuerza.
Michael sonrió mientras se acercaba a ella,
—¿Cómo tuve tanta suerte?
dijo mientras se acercaba a ella, la sonrisa de Diana se atoró en sus labios, y ella parpadeó hacia él;
—¿Eh?
Michael la miró sin poder hablar, y luego sacudió la cabeza;