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—Todos los hombres y mujeres gritaban mientras los cuerpos yacían muertos fuera de la taberna —dijo Rigel. No esperó ni un minuto para empezar a dirigirse hacia Draka. Para acortar el tiempo de viaje, entraron a un túnel en el bosque. Rigel, al parecer, conocía el bosque como la palma de su mano. Trajo a Tania de vuelta por la tarde.
Los recuerdos de su secuestro se habían disuelto porque, al final, Eltanin la reclamó y la marcó. Ella entrelazó sus dedos en su cabello y tiró de su cabeza hacia arriba. Lo atrajo hacia ella y estrelló sus labios en los de él. Él se abrió para ella mientras volvía a trepar sobre su cuerpo. Cuando lo dejó, su pecho vibraba con un rugido.
—Conozco un lugar donde podemos bañarnos —dijo. Su fiebre estaba subiendo de nuevo y quería montarla como loco. El agua lo enfriaría —Hay una pequeña cascada detrás de esta cueva. ¡Será emocionante!
—¡Me encantaría ir! —exclamó ella.