—Amelia miró el sobre rojo en la mano de Harper y dijo:
—Hermano, no entiendes. El dinero en el sobre rojo puede generar más dinero. Así, ¡tendré más y más dinero en el futuro!
—Harper se rió entre dientes. —¡Superstición feudal!
—Amelia extendió su tierna mano y tomó el sobre rojo de vuelta y dijo:
—¡Tú no entiendes!
—Harper no tenía ánimo de discutir con Amelia. No podía molestarse con ella.
—Amelia estaba acostada entre el asiento del conductor y el del pasajero, mirando fijamente el contador. El contador entre ellos mostraba ochenta y nueve dólares, luego saltó a noventa y seis.
—El chofer dijo:
—Ya llegamos.
—Amelia frunció el ceño. Le dolía el corazón. Solo habían avanzado un poco. ¿Cómo había cambiado de 89 yuan a 96 yuan? ¡Siete yuan extra! ¡Ella podría caminar esa pequeña distancia!
—Amelia miró el sobre rojo en su mano y dijo al chofer con una expresión preocupada:
—Tío chofer, ¿puedes retroceder un poco?
—El chofer exclamó: