Remia, Crystel, Residencia Windsor - 4 de Junio - Año 525
—¿Todo esto por mí? —preguntó Leah, cuando al entrar a la sala pudo ver la mesa repleta de comida, algunos dulces, aperitivos y bebidas.
—Queríamos que te sintieras cómoda desde el inicio, Vlas dijo que si él tuviera que ir de visita a una casa e hicieran algo así por él se quedaría ahí para siempre —dijo Lara, riendo ante la lógica de Vlas.
—Un poco de razón tiene, digo, es muy lindo esto, me hace recordar al primer día en el que estuve en tu casa, ¿Recuerdas que compraste mi pastel favorito? —preguntó.
Lara asintió con una sonrisa, su mirada se colocó detrás de ella, y con un ligero movimiento de cabeza, le indicó que volteara, había algo detrás de ella.
—¿Fresas con crema, cierto? —preguntó Vlas acercándose a ella, con un pastel en sus manos.
—¿Es una broma, cierto? —Ella volvió su mirada hacia su madre, emocionada, ahí pudo ver a Rhys parado al lado de Lara también, ambos con una sonrisa—. Es como esa vez... —Sonrió, recordando ese día en el cual se fue a vivir con Lara, el comienzo de su nueva vida.
—Ellos me dijeron que tu este era su pastel favorito, así que fui a comprar uno en la mañana... Espero te guste —dijo Vlas.
Leah se dio la vuelta, y se acercó a él.
—Claro que me gusta, me gusta mucho —dijo ella, encontrándose con los ojos del chico, verdes como una pradera, la encantaron, y el gesto de su parte no la ayudó mucho a pensar en otra cosa. Quería darle un abrazo, no sabía por qué—. ¿Puedo darte un abrazo? —preguntó.
Vlas sonrió ante su pedido, y sin decir mucho se agachó hasta lograr dejar el pastel sobre la mesa ratona de la sala, y al volver a su posición de nuevo, abrió sus brazos. Ella no lo pensó mucho tampoco, y lo rodeó en los suyos.
—Quiero que sean novios, ya mismo —rio Rhys, casi en voz baja, procurando que sólo lo escuchara Lara.
—No seas tonto, son muy pequeños todavía... Y él... —Ella dudó. Rhys le prestó atención—. Nada... Igualmente, sí, se ven muy lindos —agregó, intentando esbozar una sonrisa.
«Es tan cálido», pensó Leah, ni siquiera notó cuando fue que se recostó en su hombro, pero si hubiera tenido vergüenza de tal accionar, se habría dado cuenta desde el instante en el cual le pidió un abrazo. Sólo se dejó llevar, podría pensar lo que hizo luego, además, era sólo una forma de agradecerle... Sólo eso.
Más tarde...
—¿Qué haces? —Rhys golpeó la puerta del cuarto de Vlas, semiabierta, él estaba sentado en la silla de su escritorio, leyendo algo.
—Oh, Zenda me pidió que revisara algunos de sus informes para las clases de ciencias, yo me encargo de los prácticos y ella los describe —explicó, dejando el manojo de hojas sobre la mesa—. ¿Necesitabas algo? —preguntó.
—En realidad... Sí. —Rhys entró a la habitación, y luego de cerrar la puerta se sentó en la cama, mirando alrededor—. Además de Zenda, ¿Hay otras cosas que me quieras contar? No lo sé, algo que haya pasado estos años, que no le hayas dicho a nadie, ya que nos pudimos contar eso hoy, creo que dejé muy en claro que puedes confiarme lo que sea —dijo.
Vlas giró en su silla, apuntando a su hermano, darle la espalda no lo hacía sentir muy seguro, aunque notó que Rhys no estaba tan concentrado en él, sino que tenía su mirada fijada en algunos de los portarretratos que había en un estante sobre su cama. En ellos había varias fotos, de ellos de pequeños, una foto familiar, donde incluso Rygal estaba, o algunas de su madre de joven, con él de bebé... Esa fue la más admirada por su hermano, Vlas notó su ligera inclinación.
—Emm... No lo sé, no muchas cosas interesantes... Di mi primer beso, quizás eso sea de tu interés —bromeó.
—¿En serio? —Rhys rápidamente se dio la vuelta, en su rostro se dibujó una sonrisa.
—Fue una tontería, estábamos jugando verdad o reto en la casa de una amiga... Y me negué a la verdad, tuve que pagar con el reto... —dijo Vlas, desviando un poco su mirada, recordar eso le daba cierta vergüenza.
—¿Y con quien fue? Déjame adivinar... Zen...
—Con Kora —Vlas lo interrumpió.
Al instante, el silencio los afectó a ambos, Vlas no quiso subir su mirada, pero con saber que su hermano no respondió, sabía que su declaración había sido algo abrupta, y sorpresiva.
—Espera... ¿Qué?
Vlas no vio el rostro de su hermano, pero a pesar de eso, pudo notar la incredulidad en su tono de voz al hacer esa pregunta... Quiso reír, pero eso sólo le quitaría seriedad a la situación, aunque quizás eso era lo que quería, todo se estaba por volver demasiado incómodo.
—Es que... Estábamos ahí, y éramos pequeños, queríamos saber que se sentía, todo el mundo hablaba de eso, el juego fue una excusa... Al final, ambos lo queríamos.
—Pero, ¿Y Zenda? ¿Te gustaba su hermana? —Rhys siguió con su confusión.
—Es que, era eso o... Admitir que estaba enamorado de Zenda... Estaba entre la espada y la pared —Vlas intentó explicar.
—O sea, sí, entiendo eso, pero me estás diciendo que entre admitir que estabas enamorado de la persona la cual realmente estabas enamorado, y besar a su hermana frente a ella, elegiste besar a su hermana... ¿Qué se te pasó por la cabeza?
—No lo sé Rhys, en ese momento, a mis doce años, era una decisión razonable, luego me di cuenta de lo estúpido que fue, y de lo mal que llegó a sentirse Zenda... Luego me disculpé... Aunque todavía no hemos tenido nuestro momento... Aun quiero darle un beso a ella.
—¿La amas tanto?
—Creo que soy muy joven para pretender hablar de amor, Rhys... Pero son diez años que sustentan mis sentimientos, y ella no me ha dejado solo nunca, desde el inicio, y no importaba nada lo que sucediera, su mano siempre se apoyaba en mi espalda, cada vez que los recordaba a ustedes, cuando me sentía triste, nostálgico, cuando me venía abajo a causa de la soledad, cuando el miedo me causaba pesadillas, cuando sentía que alejaba a todo el mundo, cuando ya no le veía sentido a nada... Ella tomaba mi mano y me llevaba a su lado, a donde sea, pero si ella estaba ahí, por al menos un momento, todos esos pensamientos se inhibían, y aunque al final del día volviera esa sensación ruin, al otro día lo mismo, y así por años, intentando sobrellevar tal tristeza con su ayuda... Fue, es y será fundamental en mi vida, para siempre, porque no sé que me depara el destino, no sé nada, quizás ni siquiera acabemos juntos en el futuro, aunque sentiría que eso sería una tragedia, porque mi sueño es una vida a su lado... Pero pase lo que pase, juntos o separados, Zenda siempre vivirá en mí.
Rhys sintió que su pecho quemaba, quería decirle muchas cosas, como otras tantas, pero no supo por qué se paralizó, escuchando cada palabra de la declaración de su hermano su cuerpo se estremecía, entendiendo cada sentimiento de él, a flor de piel, y ese amor, tan hermoso y sanador, como trágico y doloroso. «No es momento», intentó convencerse, cuando de su boca casi se escapa su secreto... Aunque le dolía mentirle a su hermano de tal manera, le iba a doler más a él cuando se enterara... Y todo lo dicho por él sólo lo hundió más en su dilema, y en todo lo que había intentado sobrellevar por tanto tiempo.
—Vaya... Es un gran discurso... Creo que, además de mí, a ella sería a quien más le gustaría escucharlo —dijo, entre sonrisas, demasiado incómodas, demasiado impuestas, para él mismo, aunque hizo lo posible para que su hermano supiera que a pesar de todo, estaba feliz por él.
—Todavía falta tiempo... Está bien así, somos amigos, no nos separamos, y me gusta la relación que llevamos, no quiero cambiarla todavía, después de que terminemos la preparatoria quizás dé ese paso... —dijo Vlas, y una pequeña sonrisa se escapó de sí—. Quizás... —musitó.
Su hermano lo miró, con cierta tristeza en su mirada... Aunque satisfecho con Zenda, ella había cuidado a Vlas por mucho tiempo, no podía estar más agradecido con la chica, ella comprendió el contexto, supo enterarse de los sentimientos de Vlas, así como sus deseos, y poder llevar su personalidad, aunque no tan complicada como la suya, aun un poco difícil de comprender... Era un Windsor después de todo, y su hermano, ninguno había tenido la vida fácil, a pesar de haber nacido en el entorno el cual habían nacido... En cuna de oro prácticamente. Entre los problemas con su padre, así como su ausencia, la pérdida de un hermano, la complicada crianza que sólo su madre les pudo dar, sus propias personalidades repelentes, su orgullo, su ambición... Entre tanto, podía asegurar que incluso ellos mismos se lo habían buscado, eran orgullosos, a más no poder, tercos y mimados, bajo el foco del mundo, asegurados de siempre llevar la razón, aunque no la tuvieran... Pero siempre existía esa persona que los bajaba a la realidad... Duro sería perderla, más que nada, él lo pudo experimentar, y fue la peor sensación que tuvo jamás... No quería eso para su hermano, no quería eso para nadie en realidad... Pero, ¿Qué les quedaba? Asumir su destino, por más doloroso y desolador que este fuera... Él aseguraba tener esperanza, tenía a muchas personas que lo apoyaban a su lado, y quería eso para su hermano... Quería borrar la sensación de soledad... La maldición de su familia... La peor herencia que pudieron tener.
Más tarde...
—Estoy un poco confundida hoy, sabes. —Lara salió del baño, secando su cabello, con una toalla envolviendo su cuerpo. Se sentó en la cama con su cepillo en mano, y comenzó a peinar con suavidad su largo cabello escarlata—. Noté algunas cosas que no me quedaron muy en claro —agregó.
—¿Qué tipo de «cosas»? —preguntó Rhys, él ya se encontraba acostado en la cama, boca arriba, había estado así un rato, desde que salió de la habitación de Vlas, esa charla con su hermano lo había afectado un poco... Como pocas situaciones lo habían hecho en su vida.
—Creo que Leah y Vlas se gustaron... Tú lo dijiste hoy, y aunque sé que fue en broma, siento que aun así lo dijiste por algo, ¿Viste lo mismo que yo, cierto?
—De hecho sí, lo dije en broma, pero... Creo que sí, pero tú sabes, fue un simple vistazo, supongo que se parecieron lindos, nada más... Son adolescentes después de todo.
—Leah no se ha fijado en ningún chico jamás, o al menos ninguno del que nosotros tengamos conocimiento... Y Vlas se nota que está muy enamorado de Zenda... No lo sé, ella no quiso mencionar mucho ese abrazo de hoy cuando estábamos en su habitación, yo tampoco quise tocar el tema, ella sabrá que sintió... Quiero dejarla ser en ese sentido, pero tampoco quiero que se sienta confundida y eso le afecte, ¿Qué podría decirle? —Intentó buscar algún consejo en su esposo, volteando a él.
Rhys siguió en su lugar, no notó el movimiento de su esposa. «Vlas se nota que está muy enamorado de Zenda...», aseguró ella, y él también podía hacerlo, más aun con esa charla que tuvieron minutos atrás. Debería contarle lo que eso causó en él a Lara, pero sería sólo seguir sumándole temas sin importancia a la discusión que ella había planteado... Sintió que era mejor guardarlo para otro momento, y concentrarse en las dudas que ella poseía con respecto a su hija.
—Nada... Ella te lo dirá a ti primero, siempre lo hace, es mejor no apurarla en ese sentido... Apenas lo conoció hoy, y si le gustó, supongo que confirmará eso en los siguientes días, y luego te lo dirá bajo su propio juicio —dijo él.
Lara asumió lo mismo, y volvió a su lugar, a seguir con su peinado... Aunque no quiso borrarse de la cabeza cierto detalle.
—¿Estás bien? ¿Por qué de la nada pareces melancólico? —preguntó.
—No te lo quería decir, creí que estabas preocupada por Leah y no quería seguir preocupándote —respondió él.
—Sabía que esto sucedería con Leah algún día, no es preocupación, sólo un poco de ansiedad, es mi niña después de todo.
—Lo sé... Igual, ambos estaremos para ella, pase lo que pase, y ella es una chica inteligente, sabrá que hacer, puedes estar tranquila.
—Sí, lo sé... Pero ahora dime que sucede contigo, ¿Es algo con tu hermano? —Ella dejó el cepillo en la mesa de luz que flanqueaba la cama, y se recostó lentamente en la cama, inclinándose hacía el lado de Rhys, posando su mano en su pecho.
Él la acarició con suavidad.
—Ama a Zenda, demasiado... Pero hasta el punto de no olvidarla jamás, de pensar sólo en ella al mirar al futuro... Casi como nosotros sabes, pero lo de él es más intenso, más profundo... Mucho más... Y tengo miedo —dijo, casi con su voz temblando.
«Lo dije», pensó. ¿Cuántas veces había expresado ese sentimiento en su vida? Seguramente eran contadas con los dedos de una mano, y hacía mucho tiempo atrás. Su vida había entrado en un lapso de tranquilidad esos años posteriores a la guerra, cuando formó su familia con Lara y Leah, cuando sólo dedicó a entrenar, cuidar a su hija y entregarse a su hogar, ni él pensó que eso sucedería alguna vez, y aunque extrañaba la sensación de encargarse de situaciones que lo llevaban al límite, estas siempre terminaban dañándolo, conduciéndolo al extremo de la soledad, donde lastimaba a Lara y a otras personas... No quería ser ese Rhys, pero parte de sí mismo estaba en ese Rhys también... Y tampoco podía intentar evitar esa naturaleza.
Pero el miedo, ese que estremecía su alma... Sólo dos personas se lo hicieron sentir: Rygal y Lara. Ni Demian, ni Clio... Y hasta ese momento, Vlas. Su miedo más grande siempre fue perder para siempre a las personas que amaba, como Demian, ese miedo nació luego de su muerte. En su adolescencia también tuvo miedo, pero era casi lo mismo, quedarse solo, simple necesidad de aprobación, un poco de todo, aun así, los tenía a su lado, y ellos suprimían ese miedo, pero vivirlo en carne propia fue lo que lo hizo algo presente en su mente cada vez que tenía ese presentimiento de que la situación ameritaba la opción de que alguien a quien amaba se fuera para siempre. Como cada una de sus peleas con Rygal y la simple presencia de este en la vida de todos, o los miedos y pecados de Lara que la arrinconaron a la depresión.
Era un pasado tan trágico que se había marcado con fuego en su memoria. «Recuerda que puedes perderlo todo», era la sentencia que siempre asediaba su mente cuando estaba a punto de tomar una decisión que marcaba su destino, una y otra vez... Y aunque no era tal miedo, la desconfianza tomaba su lugar, y lo hacía incluso dudar de sí mismo, de sus capacidades y de su juicio, como en cada una de las instancias en las que su vida tomó un rumbo distinto... Y esa era su mayor debilidad, el amor, el miedo... La soledad.
—Ya veo... Estaba esperando el momento en el cual fueras sincero y lo aceptaras, vienes con ese dilema desde que planteamos la posibilidad de venir, la semana pasada —dijo ella—. Pase lo que pase, estaremos ahí, y no se nos irá de las manos, por más fatídico que todo sea, créeme amor, hemos salido adelante a pesar de todo los que nos pasó, ¿Qué más podemos hacer? Así es la vida, no tenemos el control de nada. —Ella intentó consolarlo, pero sabía que así no era Rhys, y que eso no era suficiente, aunque era lo máximo que podía hacer.
—Es que, tome la decisión que tome, no importa... Todo está en juego, y estoy harto de tener que enfrentar siempre una maldita tragedia que parece nunca acabar... ¿Y si Vlas...? —paró—. Maldita sea, ¿Por qué tengo que pensar en eso? —maldijo, entre dientes.
—Rhys... —ella musitó—. Está bien, es inevitable hacerlo. —Un poco de su apoyo se dejó ver.
—Lara, me siento egoísta al querer que él no se vaya de mi vida, pero siento que le estoy quitando la felicidad al mismo tiempo, no quiero que sufra y se hunda en la miseria sólo porque quiero que esté a mi lado, pero tampoco quiero perderlo, a pesar de que eso quizás sea lo que él decida... Es injusto, ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué? —Sostuvo sus manos sobre las de Lara, aunque la intensidad de sus sentimientos le regaló esa conmoción, que impidió que pudiera aferrarse más a ella.
—Está bien... Yo lo haré —dijo ella, apenas se dio cuenta. Alzó sus manos y tomando las de Rhys con suavidad las envolvió en las suyas, extendiéndole un poco su calor—. ¿Quieres dormir? Desde ayer no te he visto descansar, sabía que algo te tenía nervioso.
—Quizás... —dijo él, y al momento el cual Lara se recostó al respaldar de la cama, dejándole un poco de espacio en esta, él inclinó su cabeza, hasta apoyarla en las piernas de su esposa—. Así está bien —casi susurró—. Sólo... Quédate aquí, Lara... Quédate aquí para siempre... —pidió, al final, y sus ojos se cerraron.
—Claro que sí, mi amor... No me iré de tu lado... Puedes confiar en eso. —Ella sonrió. Y antes de que pudiera siquiera dar un último suspiro, cayó dormida al lado de su esposo.
Al otro día...
Remia, Gala, Habitación «212» - 5 de Junio - Año 525
Clio sintió el día venirse sobre ella al despertar, apenas abrir sus ojos encontró algunos rayos de sol colándose por la ventana y que llegaban hasta su rostro, sabía que ya era muy tarde, porque normalmente se le era imposible despertarse temprano sin antes colocar una alarma. La noche anterior no lo había hecho.
Se sentó en la cama, bajando su mirada sobre su atuendo... ¿Estaba de pijama? ¿Cuándo había sucedido? Aunque en realidad, ¿Para qué pensarlo? Era obvio lo que había sucedido esa noche, y otra vez debería sentirse con las ganas necesarias para afrontar el día que se asomaba, y el otro, y el otro, y así... Sin saber hasta cuándo.
—Buenos días.
La voz de Rygal fue el primer sonido de su día.
—Dormí mucho, ¿Qué hora es? —preguntó ella, bajando los pies al suelo.
—Cerca del mediodía, te iba a llamar, tenemos una reunión a la 1:00 p.m —informó él.
Clio alzó su mirada, ciertamente cansada, no sabía muy bien qué decirle, pero sí quería dejarle en claro algo... Que se borró al instante de su mente cuando las náuseas llegaron.
—Carajo... —dijo, y salió disparada hacia el baño.
—Clio... ¿Estás bien? —Rygal se acercó a la puerta, y sin entrar al baño, intentó mirar de reojo. Sólo oyó el ruido de la cadena, luego, ella abrió la puerta que estaba entrecerrada.
—Estoy bien —afirmó, parándose frente a él.
—No pareces bien... No te ves para nada bien de hecho. —Rygal notó su mirada decaída, al mismo tiempo se veía muy pálida, su temperatura corporal no ayudaba nada tampoco—. Tienes fiebre —dijo, posando su palma sobre su frente.
—¡Estoy bien! —Clio empujó su brazo de enfrente suyo, quitándole la mano—. Déjame en paz, no voy a ir a la reunión. —Comenzó a caminar hacia la cama de nuevo, algo molesta. Rygal se quedó en su lugar.
—¿Por qué no vas al médico hoy? Te doy el día libre, deberías hacerte un chequeo, esto que acaba de pasar no es normal —recomendó él, aunque con su tono de voz cortante y frío pareció ser más una orden.
—No vas a decirme lo que tengo que hacer, Rygal... Me vuelvo a Crystel, llamaré a Rhys para que me vaya a buscar al aeropuerto —dijo ella, con demasiada decisión.
—Es una tontería, Clio... No comiences ahora con tus berrinches, ¿Cómo vas a querer irte? Todavía debemos pasar por Zenith, ni siquiera nos reunimos con los líderes de la ciudad, y te necesito... En serio. —Él siguió en su lugar al lado de la puerta del baño, intentando convencer a Clio, creyó que era estúpido siquiera irritarse por lo que ella decía, se había vuelto tan normal en su relación que siempre lo arreglaban de la misma manera—. No te quiero decir lo que debes hacer, pero Clio, no eres tonta tampoco, es mejor así —dijo, algo parsimonioso.
Ella se había sentado en la cama, cabizbajo. Quería gritarle tanto, los recuerdos de la noche ya habían vuelto a su mente, y como siempre sucedía, estaba enojada consigo misma, pero por su culpa, y se enojaba con él también, ya que por lo menos debía desahogarse con alguien, y él estaba ahí... Él siempre estaba ahí.
—Hoy no es un día en el que quiera tener este tipo de discusiones, déjame un rato sola, iré al vestíbulo luego, espérame ahí, estaré antes de la reunión —muchas cosas pasaron por su mente mientras decía eso... Pero la mirada de Rygal sobre ella impidió que las hiciera realidad—. Y deja de mirarme así, tú sabes por qué estoy actuando así, sólo... Déjalo pasar —aclaró.
—Claro que lo sé. —Él hizo un movimiento con su cabeza, girando sus ojos—. Nos vemos luego —agregó, y rápidamente abandonó la habitación, luego de pasar por la mesa y levantar varias carpetas.
Clio escuchó la puerta cerrarse con fuerza, y sin moverse, se llevó las manos a la cara, tan avergonzada como resignada, con cada una de sus actitudes... «Parece que no pretendo madurar jamás», pensó, asegurando que había actuado como una niña pequeña, necesitada de atención, como de amor... Quizás las consecuencias de su crianza seguían haciendo efecto en sus arranques de fastidio y enojo, aunque sólo con Rygal. Extrañaba esos días en los cuales no se sentía la mayoría del tiempo en una nube de irritación, donde cada palabra, gesto o actitud de él le diera esa sensación de querer odiarlo, asqueando seguir a su lado... Extrañaba verlo llegar a la casa, y recibirlo con una sonrisa, dormir a su lado, o abrazada a él, sin que al otro día esa molestia despertara tales efectos en ella, porque, aunque no pareciera, él en realidad siempre fue el mismo, sólo que ella nunca estuvo tan enterada de lo que hacía, o a lo mejor no quería aceptarlo, no quería perderlo. Maldecía cada día haber vivido esa vida de mentira, haber dejado que él tuviera ese control sobre ella, haberle dado todo, pretendiendo que él no lo usara en su contra... Maldecía haberlo amado, a pesar de todo, maldecía muchas cosas... Todas relacionadas a él, pero al mismo tiempo agradecía haberlo tenido a su lado, que él le haya regalado esa familia, que él la haya amado tanto años atrás... Y viviendo en ese dilema también se encontraba cada día, sin saber si odiarlo, si amarlo, o sí sólo pasar de él, sintiendo nada... Como le pasaba con todo lo demás, exceptuando sus hijos.
—¿Por qué no puedo dejarte ir, Rygal? ¿Por qué me maldijiste así? —preguntó, ¿A ella? ¿A él? ¿Al mundo? Probablemente a nada, porque no había respuesta a su pregunta—. Deja de amarme... O yo no podré hacerlo tampoco.
Mientras tanto...
«Clio siempre tiene problemas, maldita sea, ¿Por qué tiene que ser ella siempre la que me lleva a donde quiere?», Rygal maldijo internamente, mientras bajaba las escaleras del hotel, en dirección al vestíbulo.
Su teléfono sonó antes de que diera unos pasos en este, y se quedó parado entre la puerta de entrada y la puerta de salida de las escaleras, en una especie de pasillo que funcionaba como unión de ambas habitaciones.
—Habla Rygal Di Rem —atendió, era un número desconocido, pero no pudo encontrar coincidencias con algún otro que conocía, porque también era privado.
—Jefe... —una voz dijo del otro lado.
Rápidamente Rygal acomodó su celular mucho mejor en su oreja, casi esbozando una sonrisa, y siguió...
—¿Llegaron? —preguntó.
—Sí, actuaremos cuando nos diga... Usted tiene la última palabra.
—Lo sé... Tengo una idea de cómo y cuándo pueden hacerlo, pero antes de eso necesito confirmar algo... Necesitaremos un código, cuando sea el momento te lo enviaré en un mensaje, eso significará que pueden actuar.
—Claro jefe... ¿Qué piensa de algo como «RW» o parecido?
—Demasiado obvio... Será mejor sólo enviar el nombre del lugar, sabrán a donde ir al instante, algo así como «Playa», ¿Has entendido?
—Sí, estaremos esperándolo entonces.
—Mejor así... Luego hablamos. —Y antes de esperar respuesta, cortó.
Sostuvo el celular en su mano, mirando la hora, casi veinte minutos para la hora de la reunión. Y antes de que siguiera su camino al vestíbulo, oyó fuertes pasos resonando por la escalera, con un patrón y sonido reconocible, tacones de mujer.
—Oh, estabas aquí —dijo Clio, cuando al abrir la puerta lo vio parado frente a ella, casi lo chocaba.
—Bajaste rápido —dijo él, notando que había lavado su rostro, y que estaba usando su ropa de trabajo—. Me gusta el estilo de tu cabello hoy —señaló. Siempre lo usaba suelto, o envuelto en algo parecido a una rosca sobre su cabeza, pero esta vez estaba atado en una cola de caballo, le daba un estilo un poco más informal, le hizo bien admirarlo unos momentos. La belleza de ella era pulcra, y no iba a negar que era lo único que siempre lo dejaba sin palabras.
—Y a mí me gustaría un poco de silencio en realidad —dijo ella, haciendo caso omiso al halago de su esposo, cuando comenzó a caminar hacia la puerta que daba al vestíbulo, dejándolo atrás.
—Bien, lo que digas —dijo él, y la siguió a pasos largos, como los de ella... En silencio.
Como ella pidió.