Corrí y corrí, pero el sendero boscoso frente a mí parecía no tener fin. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a jadear mientras mis muslos gritaban de dolor. El sudor perlaba mi sien y apresuradamente me lo quité de encima. Nunca había hecho tanto ejercicio físico en tan poco tiempo, a menos que contaras huir de Audrey. Sin embargo, el miedo a ser descubierta me motivaba más que cualquier calambre muscular pudiera desalentarme.
Damon quizás no me quisiera, pero dudo que cualquier alfa de su estatus tomara amablemente que una pareja, destinada o elegida o de otro tipo, huyera de su manada. Mis acciones serían consideradas una bofetada en su cara.
Bien, ya que no logré abofetearlo antes de irme. Que le jodan. Esperaba que mi ausencia fuera una herida de la que no pudiera recuperarse. Se lo merecía. Apresuré el paso y corrí más rápido. Si tan solo tuviera un lobo, ¡saldría de este lugar en un santiamén!