Con ella tan cerca, su presencia y suave naturaleza le daban un atisbo de esperanza, un maldito sentimiento que lo empujaba a ceder solo una vez más. Cada interacción, cada momento lo llevaba más al filo de rendirse. Pero las garras del miedo a que el pasado se repitiera se aferraban a él con fuerza, amenazando con ahogar cualquier sentimiento naciente que tuviera por ella, y fracasando lamentablemente.
Tenía una terrible necesidad de verla de nuevo, como si algún poder invisible fuera a llevársela antes de que volviera; cada día pasaba así. En los seis días que ella había pasado con él, se había quedado en casa cuatro días. Sin embargo, cada vez se encerraba en su estudio. Un comportamiento muy cobarde para un hombre conocido por su osadía.
Golpeó su puño en el escritorio y se puso de pie de un salto, cediendo una vez más a las emociones que lo atormentaban.
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