Entonces, alguien vino a sentarse junto a ella.
Era Gu Ning.
—Tío Gu, ¿no vas a regañarme? —preguntó Tang Yuxin ya había llegado a un punto sin retorno y se había preparado para el regaño, pero realmente no podía ser su culpa de todos modos. ¿Cómo iba a saber que les esperaba una trampa?
—¿Regañarte por qué? —Gu Ning preguntó en respuesta a Tang Yuxin.
—¿Me estás regañando por haberlos traído aquí y casi perder nuestras vidas mientras les proporcionábamos comida?
—¿O me estás regañando por arriesgarme en la tempestad de nieve para buscar medicina para ambos?
—¿O quizás me estás regañando por el destino potencial de morir junto a nosotros?
Tang Yuxin guardó silencio.
La palabra "muerte" se sentía como una montaña opresiva sobre su corazón, a veces haciéndole difícil respirar.
Sabía que no podían morir, pero bajo tales circunstancias y en este ambiente, sintió un atisbo de miedo.