Huanhuan vio a Pequeño Diablillo entrar en la habitación.
Al ver su expresión abatida, Huanhuan supo que definitivamente no había tenido éxito.
Lo levantó y besó su frente. —No estés triste —lo consoló—. Solo vamos a estar encubiertos. Si el trabajo encubierto no tiene éxito, correremos.
—¿Y qué pasa si no conseguimos escapar?
—No, lo conseguiremos. ¡Tenemos que creer en nosotros mismos, en el profeta y en el futuro!
Pequeño Diablillo la miró sin palabras. —¿Crees que puedes ganar adoptando esta mentalidad?
Huanhuan era muy inocente. —¿Qué más podemos hacer? No podemos cambiar el resultado. Lo único que podemos cambiar son nuestros sentimientos.
—¿No tienes miedo de morir?
—Claro, tengo miedo —dijo Huanhuan con una sonrisa—. ¡Pero no tengo miedo cuando pienso en arrastrar a Pequeño Diablillo conmigo!
—…
Huanhuan tosió ligeramente. —Solo estaba bromeando. No lo tomes en serio.
Pequeño Diablillo levantó la mano y le dio una palmada en la frente. —¡Criatura sin corazón!