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Los guardaespaldas de Lian Rentang sacaron sus bastones de hierro, listos para atacar, y la atmósfera se volvió instantáneamente tensa al extremo.
Chen Xuan, sin embargo, permaneció tranquilo:
—Dinero, no te lo voy a dar. Si lo quieres, ¡ven y tómalo!
Los ojos de Lian Qigang se llenaron de malevolencia:
—¡Bien, lo estás pidiendo! ¡Atáquenlo hasta que pague la deuda!
Bajo la orden de Lian Qigang, los guardaespaldas balancearon sus bastones y se precipitaron hacia Chen Xuan.
Chen Xuan rápidamente jaló a Qin Hongyu detrás de él, preparándose para contraatacar.
Ocultándose detrás de Chen Xuan, los labios de Qin Hongyu se curvaron en una pequeña sonrisa de felicidad.
Por primera vez en su vida, ella sentía una sensación de seguridad que nunca había tenido antes...
Sin embargo, justo cuando los guardaespaldas de Lian Rentang estaban a punto de alcanzar a Chen Xuan:
—¡Alto, todos ustedes! —Un grito furioso de repente estalló.