A medida que pasaba un día completo, Xenia permanecía inconsciente. La creciente inquietud entre el grupo era palpable y el silencio solo realzaba la sofocante tensión que ya estaba presente.
El médico realizó una serie de chequeos, concluyendo que todas las señales vitales de Xenia eran normales y no había signos de deterioro. Sin embargo, esto no aliviaba sus ansiedades.
Fiona Turner no pudo contenerse más y arremetió contra Basil Jaak —¡Jaak, aseguraste que Xenia despertaría si tomaba tu medicina. Entonces, ¿por qué no ha habido ninguna mejora? ¡Jaak, no eres más que un maldito fraude!
Jaak no la refutó, ni le importó hacerlo. Si su medicina realmente no tenía efecto y Xenia no despertaba del coma, no podría perdonarse a sí mismo.
Su dolor interno era como una serpiente venenosa atacándole desde adentro hacia afuera. Pero como el Gigante que era, no podía permitirse colapsar bajo la presión. La fatiga lo embargó, dejándolo emocional y físicamente agotado.