Bella permaneció en silencio, pero una sonrisa amarga cruzó su rostro mientras contemplaba la posibilidad de que su descarado padre recurriera a tácticas deshonestas para lograr sus objetivos.
—Está bien, mi amor. Haré que mi gente los ayude —dijo Tristan.
—Gracias, cariño. Por favor, asegúrate de que no se queden en esta ciudad por mucho tiempo. También, asegúrate de que ninguno de los espías que mi padre contrató para vigilarme a mí o a mi madre se quede en la ciudad —pidió ella.
Ella no quería que su padre supiera de ella y de su madre, no hasta que completara el proceso de tomar control del Grupo Donovan.
—Claro. Haré cualquier cosa por mi mujer con tal de que esté feliz —dijo Tristan suavemente.
Bella se rió de sus palabras. —Vamos, señor Sinclair, deja de halagarme con tus dulces palabras.