NFSW
Las flores deslumbran con su esplendor, las mariposas de vivos colores revolotean por los parques, y el corazón de Soichi se siente como un animal salvaje, encadenado y obligado a retroceder.
Una semana había transcurrido desde que había recibido el alta médica. El disparo en la pierna había destrozado la tibia y el peroné, pero la fractura había sido estabilizada con clavos endomedulares y la pierna estaba recuperándose satisfactoriamente. A pesar de la gravedad de la herida en el cuello, la bala había evitado las arterias principales, lo que fue crucial para su supervivencia. Sin embargo, por el disparo en el abdomen tuvo que someterse a una cirugía para extirpar parte del hígado y había sufrido hemorragias internas.
Tras horas de reanimación y cirugía, Soichi fue sumido en un coma inducido. El estado del joven fue crítico durante dos semanas, y habían sido necesarias tres semanas más para vislumbrar una leve mejoría. No fue sino hasta la sexta semana que comenzaron a reducir el coma farmacológico.
El despertar de ese estado no se asemeja al de las películas; es lento y progresivo. Soichi recupero poco a poco la conciencia, pero lo que seguía era aún más complicado.
Quería volver, y Lían quería su regreso. Quizás fuera el deseo de uno o el esfuerzo del otro lo que los mantenía unidos.
Sin embargo, lo único que les importaba a ambos era estar juntos, o al menos eso creía Soichi.
Todo fluía de forma implícita, incluso la convivencia, pero el joven necesitaba definir el vínculo, tenía demasiadas dudas.
No le importaba ser tratado como una princesa frágil e inútil, pero llevaba días intentando entablar una conversación. Por supuesto, charlaban de cosas triviales y de la vida en general, pero en cada ocasión en que sus intenciones se vislumbraban, Lían cambiaba de tema o lo dejaba hablando solo.
Al principio, él accedía a tomar su mano, pero con el paso de los días, parecía esquivarlo, como si corriera por el departamento escapando de su contacto.
¿Qué relación tenían? ¿Cómo avanzaba esto? ¿Cuándo podría besarlo? ¿Cuándo podrían pasar al siguiente nivel?
El joven de veintiún años estaba preparado para esperar el tiempo que fuera necesario, pero la súbita distancia le preocupaba. Trataba de no pensar demasiado en ello, pero siempre llegaba a la misma conclusión. ¿Los sentimientos de Lían cambiaron?
◇◆◇
Observa la espalda del hombre que prepara la cena, y un tenue brillo se aloja en sus ojos. Saca el celular y comienza una tarea de investigación. Después de finalizar la comida de la noche, la invitación a compartir una película se convierte en una solución para el angustiado joven.
Frente al espejo del baño, el hombre de veintiséis años se detiene un momento a observarse. Ha bajado demasiado de peso y su rostro parece el de un hombre de cincuenta.
Desde que Soichi despertó se juró a sí mismo sólo ser un espectador, un acompañante.
Ama a ese joven, pero ya no tiene la confianza de antes, siente que en cualquier momento los meteorólogos tomarán sus huesos para predecir el clima.
Un cuerpo horrible y viejo.
No ve los intentos de coqueteo de Soichi. Aunque el muchacho sea malo en ello, Lían, que reconoce cada uno de sus movimientos, podría haberlo descubierto. Pero ese hombre antiguo ya no está, se ha borrado junto con todas las esperanzas de tener una relación con él. La confianza que tenía en su aspecto y personalidad ha desaparecido.
Sale del baño secándose el cabello que aún no ha cortado, el pelo lacio castaño creció y se desordenaba en su frente.
Cuando fue a ducharse, Soichi bajo a comprar algunas cosas para pasar la noche, él por supuesto se negó. Tenía miedo de que le sucediera algo, pero el joven después de mucho tiempo se puso firme y salió igual.
Lían estaba siendo demasiado sobreprotector.
Para su sorpresa, no lo están esperando en el living; Soichi lo espera en su cuarto. Cuando pasa por esa puerta, ve a un joven apuesto apoyado en la cama, el reflejo de la computadora portátil dando una luz particular a ese rostro. Soichi lo mira, arquea esas hermosas pestañas y le sonríe. Con unos toquecitos en la cama, hace la invitación para que se siente a su lado.
Él está feliz por compartir este momento juntos, deja que Lían seleccione una película de su agrado. Elige una comedia que ha visto miles de veces; dos policías disfrazados de rubias. Podría recitar los diálogos de memoria. Sin embargo, eso no importa. Después de tanto tiempo, vuelve a ver a ese hombre de antaño, relajado y sonriente.
Su corazón se derrite al observarlo, sin darse cuenta de que se ha acercado demasiado. Desplomando esa barrera que el hombre ha formado, toma su mano e intenta besarlo.
Es una pena que sea rechazado.
Algo se rompe en ese momento.
Lían lo esquiva de forma inconsciente, pero aún así no se anima a aceptar el beso de Soichi. Los sonidos de los actores retumban en la habitación, pero el silencio entre ellos es como el de un abismo. El primero en hablar es Lían.
—Estoy algo cansado, mejor voy a acostarme.
El joven baja la pantalla del computador, su expresión es lamentable.
—¿Por qué?
El hombre permanece en silencio, sin saber cómo explicarle. Para Lían, Soichi es joven y atractivo, inteligente e incluso simpático cuando entra en confianza. Podría tener una relación normal con cualquier persona. ¿Qué va a hacer con este costal de huesos viejos?
El corazón del joven bombea con demasiada fuerza, el pecho le duele.
—¿Hice algo mal?
Lían no puede verlo. Agacha la cabeza, quiere huir, salir corriendo. Odia esto.
—No, no es así...
—¡¿Entonces por qué?!
El hombre a su lado no responde, no lo mira. Finalmente, Soichi se derrumba.
—No entiendo, cada vez que intento acercarme, me esquivas. No…yo no sé qué sucede.
Soichi intenta de nuevo tomar la mano de Lían, pero esta se escabulle frente a él. Todo se vuelve frío, un presentimiento de que cuando cierre los ojos el hombre a su lado desaparecerá. Los minutos pasan, se acerca en medio del silencio con una mirada confusa, y apoya su rostro sobre el hombro de Lían. El sentimiento de pérdida lo invade, no puede contenerlo. Las lágrimas caen en cascada, y los latidos de ambos se precipitan. La respiración de Soichi es cálida, Lían puede sentir cómo sube por su cuello cuando susurra.
—No te preocupes, lo entiendo...aunque ya no te importe... me gustas, pero no quiero que te alejes si no querés estar conmigo de esa forma. —Se muerde el labio inferior, no quiere decir algo que no siente. En verdad está enamorado y se niega a aceptar el rechazo, pero no puede forzar algo que no existe—. Prometo que no volveré a molestarte de esta forma.
¿Pero una última vez? ¿Podría intentarlo una vez más? La manzana de Adán rueda torturada, esa distancia tan corta y a la vez tan extensa. Con una mano, toma el rostro del hombre; el pulgar, de forma inconsciente roza esos labios que lo seducen. Su voz se torna húmeda y suplicante.
—Lían... —susurra varias veces mientras junta sus frentes—. Li, me gustas. Yo no soy muy bueno en esto, pero es más que gustar, es más profundo, es más fuerte.
Una vez más, tiene que intentarlo una vez más. Con la mano libre, busca la de Lían y logra entrelazar sus dedos.
—Necesito que me digas algo, yo... no sé...no sé qué hacer.
El cuerpo empieza a temblar, todo, absolutamente todo se está rompiendo. Un suspiro muy profundo sale del fondo del alma; ante el silencio, no hay muchas cosas por hacer. Los minutos pasan, el sabor amargo del abandono y el rechazo invaden su pecho. Cierra los ojos y apuñala sus emociones.
—Entiendo...
Se aleja unos centímetros, pero cuando intenta soltarlo, no puede hacerlo.
Las inseguridades han causado un caos en la mente del hombre; lo único de lo que está seguro son sus propios sentimientos. Con una timidez irreconocible, confiesa con dulzura y temor.
—A mí me gustas, me gustas hace mucho tiempo.
Es lo único que Soichi necesita escuchar. Antes de que pueda arrepentirse, rodea la delgada cintura con un brazo y embiste sus labios contra los de Lían.
No lo volverá a soltar.
Lo besa con desenfreno, sin remordimiento alguno, invade su boca, entrelaza sus lenguas. El juego de ambas es profundo, perdiéndose en el tiempo. Es sofocante al punto de que Lían no puede respirar; puede sentir los latidos desenfrenados del corazón que se libera.
Todo lo que el joven venía conteniendo arde, quema, quiere consumir por completo al hombre que tiene enfrente.
Lo toma y lo sienta en su regazo, obligando a que las largas y esbeltas piernas de Lían se aferran a su cintura. Comienza a lamer y morder el delgado cuello; cuando los suaves labios se separan, se da cuenta de que su camiseta está siendo retirada.
El torso de Lían queda al descubierto, su piel es suave y brillante.
Soichi se acerca y lame con la punta de la lengua el límite de la pequeña protuberancia del pecho, rodea el borde y luego lo succiona. Juega con uno dentro de su cálida boca, mientras que con el índice y el pulgar rueda el otro pezón disponible.
La mirada no se aparta de las expresiones de Lían, comienza a reconocer lo que disfruta, los pequeños gemidos le permiten avanzar un poco más.
Las caderas del hombre se mueven de forma inconsciente ante la estimulación, los pezones erectos son devorados sin escrúpulos, un hermoso recorrido de marcas se despliega por el pecho. Al ver esos hermosos ojos verdes cubiertos de un manto acuoso el deseo del joven comienza a vibrar.
Soichi sonríe, los dedos largos y finos se deslizan por la columna vertebral, sube los labios hacia el oído del hombre para susurrar.
—Lían, Li…—dice con la voz baja, como el aleteo de una polilla hace cosquillas, estremeciendo el cuerpo bajo su poder. Con cautela baja las manos, roza y acaricia sobre la fina tela. Presiona esas dos curvilíneas nalgas, mientras lame y muerde el lóbulo de la oreja—. Li… yo puedo…
Pero la conciencia de Lían se vuelve un lío, sus palmas están húmedas por el sudor y un manto fino rojo cubre su cuerpo. ¿Qué tiene que decir? ¿Quiere pedir permiso? ¿Acaso no es evidente? ¡Oh sí! ¡Por favor, dónde firmo, siga adelante! El pecho le sube y le baja, la respiración agitada y turbia, solo asiente con la cabeza.
Esas hermosas almendras grises se iluminan cargadas de lujuria y anhelo. Nunca deseo a una mujer ni a un hombre, no ha besado a nadie hasta esa vez con Lían, y ahora en este momento la persona que lo amó y alejó le permite ir más allá. Sin embargo, para su sorpresa, el hombre que fue sometido por sus besos y caricias lo tumba hacia atrás, sentándose sobre él. Lo toma de las muñecas y lo observa por un momento.
El cuerpo de Lían lleva infinidad de caminos que colisionan entre sí, el aroma de Soichi está impregnado en su piel y las gotas de sudor caen sobre su frente, enfoca la mirada y sonríe. Ahora le toca jugar un poco a él.
Recostado sobre la cama, el joven siente un frío recorrer su columna vertebral. Sometido bajo el agarre de Lían, con sus caderas contenidas por las rodillas del hombre, ve una sonrisa olvidada. El cuerpo esbelto se inclina y la cálida respiración invade sus poros.
—Te aprovechaste y me agarraste desprevenido. —Muerde los labios delgados, los suelta y amenaza—. Ahora me toca a mí.
El corazón de Soichi da un vuelco y se suicida.
¿Se equivocó? Él quería sellar esta declaración de amor entre ambos, pero nunca se imaginó que el rol de él en esta relación sería ese.
¿Será el de abajo?
La parte más oculta de su cuerpo se estremece.
Ha investigado lo suficiente para tener un desempeño decente, no aspira a ser la gran cosa por ser su primera vez. Imagina que en un par de encuentros llegará a complacer a su pareja, pero esa información no servirá en esta situación.
Lían, que ya ha desempolvado su vieja personalidad, frunce el ceño al ver la expresión de confusión, luego la aligera y sonríe. Él es el mayor y tiene experiencia.
—Estoy jugando, no te preocupes. —Suelta el agarre y acaricia el cabello ondulado con ternura—. Si quieres hacer algo, hazlo; si hay algo que no te gusta, dilo, así como yo lo haré.
Primero besa sus párpados, baja hacia su nariz y por último los labios. Se detiene ahí por un momento, es tierno y profundo, los sabores de ambos se entremezclan. Cuando se desprenden, las orejas de Soichi hierven, y su cuerpo está ansioso.
Lían comienza su venganza; mordisquea la mandíbula, la lengua cálida y tierna baja por el cuello. Besos cortos y gentiles recorren el fuerte y amplio pectoral, bajando por el firme y marcado abdomen. El trabajo es lento y generoso, pequeñas descargas se desatan en el cuerpo de Soichi.
La nariz recta se desliza por los muslos, y comienza a dar suaves mordiscos. La fina tela de algodón es retirada, era el único obstáculo que le impedía avanzar.
La bestia contenida es liberada de su prisión y un nudo se forma en su garganta; había calculado a lo que podía enfrentarse. ¡Pero eso excede la lógica! ¡Eso no es normal! Su inconsciencia se frunce de temor, levanta la vista y mira ese rostro joven cubierto de rubor. Sus ojos rasgados se enrojecen; amor, deseo, ambos quieren lo mismo, no se van a replegar.
Las yemas de sus dedos comienzan a acariciar la longitud, abre la boca y lame el borde. Juega con la punta redonda mientras siente las pequeñas vibraciones. Su mirada persigue los movimientos de las facciones de Soichi, contiene con la mano la raíz del miembro e introduce hasta el fondo de la garganta la extravagante extensión.
La lengua se vuelve un colchón cálido y rasposo que se desliza por el miembro, mientras que la boca es una cueva húmeda que lo refugia con ahínco.
El sonido del gorgoteo burbujeante llena el cuarto, el dejo de saliva que cae sobre el límite de los labios carnosos tensos por la abertura. Las venas del falo palpitan y el calor en el cuerpo de Soichi se torna insoportable.
La garganta palpita soltando frágiles sonidos.
—¡Mm...!
Soichi extiende la mano, pero se contiene. El pene erguido entra y sale cubierto de la cálida humedad de Lían. El joven pierde la cabeza, ancla los dedos contra las sábanas blancas, mientras las venas azules se marcan bajo la piel translúcida.
Lían observa esas almendras grises que brillaban de satisfacción, toma la mano que se ha retirado con vergüenza y la lleva hacia su cabello.
Soichi se sorprende.
Se queda estático.
Pero no dura mucho así, la respiración errática y el sonido acuoso saliendo de la boca de ese hombre lo hace reaccionar.
Los dedos se enredan en el cabello y presiona hacia adelante. Enterrando la cabeza en sus muslos, ingresando su órgano excitado hasta el fondo.
La saliva cae hacia la barbilla, mientras el movimiento se vuelve frenético. Su cuerpo está siendo asediado por una desconocida excitación, las cuerdas vocales se tensan y las venas de los brazos comienzan a sobresaltarse, llevando a que todo se vuelva salvaje.
Lían clava la punta de los dedos sobre las piernas del perpetrador, los movimientos rápidos hacen que su miembro empiece a liberar un líquido cristalino, mientras su campanilla era castigada de forma feroz.
Las lágrimas se deslizan por su rostro y caen sobre la entrepierna de Soichi. La mente del joven se vuelve confusa ante una visión tan erótica.
Los recuerdos son el tormento de Soichi, ver cómo se come su verga hace que su pecho se llene de un sentimiento angustioso y retorcido.
¿Cuántos más? ¿Cuántos fueron?
El cuerpo tembloroso, el sudor que cubre su piel, los sonidos que hace cada vez que se introduce dentro.
¿Quiénes te vieron así? ¿A cuántos le hiciste esto?
La amargura invade sus pulmones ahogando su corazón. Recordó esa noche, recordó ese momento. Su humanidad se corroía con un veneno tallado en lo profundo de sus huesos.
Desea presionar más fuerte, quiere romperlo, quiere encerrarlo y que nadie vuelva a verlo.
Con gemidos contenidos, está perdiendo los estribos, mientras penetra en la garganta de Lían con manía.
Rechina los dientes con fastidio, quería olvidarlo, quería arrancar esos pensamientos detestables.
Se insulta a sí mismo en su interior.
¡Idiota! ¡No jodas! ¡Deja de pensar en esa mierda!
Calma sus pensamientos enfermizos, observa cómo esas pupilas verdes se aferran a él, sí solo a él… era de él, nadie lo volvería tocar.
Al ver como los músculos del hermoso rostro se contraen ante la succión, no puede contenerlo más, está en su límite. La voz entre cortada quería advertir.
—Espera…yo…aaaah~
Cuando intenta empujar hacia atrás para evitar un caos, Lían no se lo permite. El maná de la vida se vierte en cascada, contempla absorto como la manzana de Adán que sube y baja, recibiendo con satisfacción todo lo que le está entregando. Pequeñas gotas blanquecinas resbalan por los labios tambaleantes de Lían.
El hombre cierra los ojos, y cuando los abre, vagan de arriba abajo admirando al más joven. Sin embargo, los instintos de la bestia habían sido desencadenados.
¡Él quería más! ¡Él lo quería todo!
Lían no llega a parpadear cuando vuelven a entrecruzarse sus lenguas, el solo hecho de respirar se vuelve pesado. En un descuido las posiciones cambiaron, la espalda fue presionada contra el pecho de Soichi.
La luz de la ciudad que ingresa por la ventana, perfila las líneas del cuerpo del hombre, esa piel color pardo cubierta de sudor es irresistible. Tiene un brillo particular, el velo húmedo del sudor exalta su sensualidad natural.
El joven besa el cuello, baja para morder los hombros y mira el miembro de Lían, este era largo y delgado arqueándose como un arco firme hacia arriba.
El hombre inclina la cabeza hacia atrás, reposa en el recto hombro del joven al que ama, su rostro se vuelve hacia un lado, mientras su pene es tomado con devoción por esa húmeda mano.
Puede sentir cómo algo cálido comienza a levantarse atrás de su cuerpo, el miembro latente roza la línea divisoria de sus glúteos. El tacto es constante y rítmico, baja y sube sobre todo el tallo.
—Despacio… más… más despacio…
La resistencia de los jóvenes es diferente, y Soichi nunca había probado los placeres de la carne, está ansioso. Ve cómo los dulces y carnosos labios se mueven, soltando pequeños alaridos mientras temblaba bajo la fuerza de su palma.
—¡Mmm! ¡Aaaaah!
Los dedos largos y finos se deslizan de arriba hacia abajo, manteniendo una presión constante.
Las largas pestañas tiemblan, esconden con intermitencia esos hermosos ojos verdes.
Ver de esta manera a Lían, llena su corazón de un sentimiento de plenitud, pero a la vez de inseguridad. La ambición se expande por sus venas y hace hervir su sangre.
Con el brazo libre lo aferra a su pecho, invade la espalda con los latidos acelerados de su corazón.
Hay momentos en los que los instintos primitivos surgen por inercia y sin causa. Mientras sube y baja con la mano por el miembro extasiado, mordisquea y marca la piel infinidad de veces. Deja un hermoso patrón sobre la piel trigueña, un camino confuso y errático que ha diseminado por todo el cuerpo.
Lían vibra bajo la posesión del joven, el cuerpo tirita de éxtasis, él está llegando al punto justo.
La mente de Soichi se embriaga con la forma en la que el hombre jadea, nublando la poca racionalidad que le queda. Al ver que está llegando a la cúspide del clímax, fricciona uno de sus pezones y muerde sin piedad el cuello.
—Ah… aaaah.
Lían aprieta los dientes y tensa la mandíbula. El líquido cálido y turbio acaricia la mano del ferviente trabajador, las sábanas blancas formaron parte de la bendición.
Soichi se acerca para intercambiar un beso, toma de la barbilla y con el pulgar abre los labios del hombre que aún trata de ajustar la respiración.
El beso es profundo y abrumador, haciendo que los cuerpos se envuelvan en los sonidos húmedos y pegajosos de ese juego. Tan pronto como se desprenden sus lenguas, Soichi susurra con suavidad.
—Me gustas…yo quiero...
No se anima a decirlo, por lo menos no por ahora, aún tenía un poco de vergüenza.
Lían, por su parte, se ríe por dentro, su cuerpo está siendo avasallado por este niño que ahora le quiere pedir permiso mientras frota esa cosa bestial por detrás. Levanta la mano y acaricia el cabello desordenado de Soichi.
—Sí… yo también quiero…
No pudo llegar a decir algo más, Soichi se introduce en sus labios y comienza a acariciar los músculos de la espalda bajando hacia la delgada cintura. Ambas manos se empeñan en las carnosas curvas de Lían, frotando y amasando sin remordimiento alguno.
La piel se eriza cubriéndose de un resplandor rojizo, el pecho se contrae y la cabeza se nubla frente la abrasiva estimulación, todo da vueltas. El corazón de Lían ya lo había entregado hacía años. Desde el primer momento en que se conocieron y tomó ese cuerpo agonizante, lo único que hizo fue esperar.
Supo desde ese instante que no sería algo pasajero, él se había enamorado de ese adolescente. Ahora puede poner sin restricción alguna su cuerpo y alma en las manos de Soichi. Porque lo ama, porque siempre lo amo.
Sumergido en sus pensamientos, no había notado que su pecho ya se encontraba recostado sobre la cama. El joven inexperto muerde y magulla la zona en la que aún no ha dejado su marca. Para su suerte, en esta posición el hombre no puede ver la posesiva satisfacción en el rostro de Soichi.
—Lían… Li….
La ávida voz que viene desde su espalda solo le está advirtiendo. Los labios carnosos se aprietan cuando la húmeda punta de un dedo comienza a realizar un sutil movimiento circular en ese lugar oculto.
Se va introduciendo.
Lento.
Muy lento.
El movimiento de ingreso y egreso es tranquilo y relajado. Lían se queda inmóvil por un instante ante la invasión, es cuando el segundo dígito ingresa que su cuerpo cede al calor abrazador.
Un sudor frío recorre su frente cuando se suma el tercero, la manipulación por la que está atravesando es gradual y tortuosa.
Está expuesto ante la mirada de Soichi, la exploración es calma y sin prisa. Los músculos de sus glúteos se contraen y distienden mientras sonidos de placer surgen.
Un cosquilleo se expande por sus extremidades, alza las caderas de golpe, abre los labios y entre jadeos lo invita.
—Ya… hazlo…
Fue muy bajo, pero el joven que estaba esperando esas palabras llega a escucharlo. La mirada se ilumina, ya se había preparado, retira a esos tres invasores y observa a esa hermosa flor que espera lujuriosa su intervención. Frunce las cejas, inhala, exhala y se concentra.
Lento y despacio.
Lían sueltas unos ligeros sonidos y arquea la espalda hacia atrás como la rama de un sauce, pero el ancho y extenso miembro solo ha ingresado hasta la mitad.
Soichi se detiene ante el movimiento del cuerpo tenso, gotas y gotas de excitación y frustración por la inexperiencia caen por su frente. Para su sorpresa, Lían empuja las caderas hacia atrás, las piernas tiemblan por un momento, pero lo había logrado. Sutiles movimientos que van generando confianza en el otro.
Si no era ahora, Soichi cargaría con la sombra de esto en su corazón, pensando en ello, se muerde los labios mientras mueve los muslos.
Piel con piel golpean una con la otra; las marcas sobre la espalda, las contracciones del cuerpo, los omóplatos que se mueven como el aleteo de una mariposa.
Era una vista irresistible, no puede más… No puede contenerse más…
Soichi embiste con una terrible fuerza, el monstruo penetra sin clemencia, la carne y sangre de Lían querían abandonar ese cuerpo.
Los movimientos fueron erráticos, mientras la yema de los dedos presionaba la carne de las caderas. El golpeteo incesante de carne contra carne eleva la temperatura.
Los sollozos se funden con el chirrido de la cama que pierde estabilidad.
Las rodillas de Lían se desvanecen, acompañadas del hormigueo y del calor de sus glúteos.
—Ah… despacio…
Pero el joven ya está inmerso en la lujuria, no quiere parar, no puede detenerse. Era despiadado como un animal. El cuerpo está siendo magullado por él, embiste de forma constante, quiere permanecer dentro de él desesperadamente.
La excitación de Soichi consume su falsa inocencia, tiñéndose de un seductor color rojizo.
—Mierda, esto… aaaah. Esto es hermoso...
Las paredes internas se contraen, embriagadas por el calor de la incesante entrada y salida. Jadea entrecortadamente, con el pecho agitado, se muerde los labios.
—Para, espera, despacio...
Soichi se detiene un momento, como un artista admira esa columna que se arquea repleta de sus pinceladas. Se inclina hacia adelante, con su virilidad, sin desprenderse de Lían; como un perro en celo, sin intenciones de despegarse.
Lo toma por el cuello mientras acaricia la garganta que baja y sube con la respiración suplicante. Comienza a hablarle sobre la nuca, el aliento se desprende como una brizna de fuego, invitándolo a que se fundieran juntos. Las gotas ven del cabello húmedo y la voz contiene un poco de picardía.
—¿Lo estoy haciendo mal? —Sale hasta la mitad y luego se introduce de un solo golpe—. Ah... Li… Li… ¿Te cansaste? ¿Seguro?
Los dedos de los pies de Lían se retuercen y pierden algo de color, se indigna al escuchar esas palabras. ¿Cómo se atrevía a maltratar su orgullo de esa manera? Frunce el ceño molesto, este muchacho se atrevía a desafiar su resistencia, con una sonrisa burlesca le explica al pequeño.
—Es solo un juego… una expresión…
Soichi sonríe con satisfacción, no necesita escuchar más palabras. Retira el miembro latente y lo da vuelta como una hoja. Esas hermosas almendras grises se llenan de un fuego insidioso, cargado de un profundo deseo y posesividad.
Toma las largas piernas y las vuelve a posicionar alrededor de su cintura. Era una vista maravillosa… en esa posición podía verlo todo.
Acomoda la punta del pesado pedazo de carne sin preámbulos, y toma con fuerza esas caderas estrechas y arremete una y otra vez. Las paredes internas están calientes, se abren y se expanden, luego lo comprimen. Entre idas y vueltas, el joven encuentra un lugar que hace que el otro reaccione con mayor deseo. En una sutil inclinación a la derecha, encuentra ese punto. Los ojos de Lían se desenfocan ante el roce constante en ese lugar.
El joven trabaja de forma ferviente depositando toda su atención allí.
Entre gemidos y lágrimas, Lían clava las uñas en esos brazos firmes, dejando nuevas líneas que se pierden en las viejas cicatrices.
El cuarto se llena de sollozos y gemidos ahogados. El cuerpo del hombre lleno de sudor y el aroma dulce que emanaba ahoga la cordura de Soichi.
Él quería ser bueno, quería ser caballero, pero cada vez que su miembro entraba, sentía cómo cada milímetro de las paredes internas se abrían expandiéndose, y luego se cerraban, devorando por completo su extensión caliente.
Un manto rojizo cubría sus pómulos, traga saliva antes de hablar.
—¡Mierda Li! …aaah estas….
Pero no se animaba, aún tenía algo de vergüenza. Lían estaba en una nebulosa, su cuerpo se retuerce de satisfacción, en ese momento no reconoce lo que dice el joven ni lo sale de su propia boca.
Como un animal hambriento, como un animal sediento… el cuarto retumba con sus súplicas.
—¡Más! ¡Más! ¡Más fuerte! ¡Ahí... más… más! ¡No pares! ¡Augh! ¡Ah! ¡Ah!
El cuerpo debajo de su agarre se retuerce, puede ver las marcas que ha grabado en la piel suave y dorada, el miembro satisfecho comienza a titilar desbordando el preludio del clímax.
Alza a Lían con fuerza y desploma su cuerpo sobre su regazo. Continúa con los movimientos, mientras el duro arco del hombre roza contra la piel caliente del abdomen. El joven se aferra a los músculos de la espalda, muerde el cuello del hombre mientras siente la corriente que va a desprenderse de sus entrañas. El cabello de Lían gotea, desparramando pequeñas gotas sobre el cuello de Soichi.
Él culminó de su excitación, también está llegando, se acerca a los labios delgados, pero antes de lo pensado vuelca su ardiente anhelo. El líquido caliente se vierte sobre el firme y duro abdomen, se quedó aturdido por unos segundos y los brazos pierden fuerza.
Soichi se detiene un segundo, lo besa con dulzura y lo recuesta.
El cuerpo de Lían se ha vuelto demasiado sensible, pero el joven también está llegando a su límite; se aleja por un momento, lo pone de costado y lo abraza.
Cuando ve que su pareja está cómoda, continúa en lo que se había quedado. Se inserta de nuevo, y las paredes húmedas lo reciben sin reparo alguno. Con un brazo aferrándose al pecho y el otro presionando la cadera, la contracción se vuelve cada vez más fuerte y el calor atraviesa el fino látex.
Siente estremecer su cuero cabelludo, el hombre entre sus brazos se desarma. Con las últimas embestidas llega al límite, bombea a mansalva todo su deseo contenido.
Los últimos estímulos del miembro latente terminan por derrotar al hombre agotado.
La noche era joven como Soichi, y Lían era un hombre orgulloso de sí mismo, no admitiría la derrota. Pero luego de varias horas batallando entre las sábanas, los rayos que anuncian el nuevo día iluminan el cuarto, levanta el brazo fatigado y acaricia esos cabellos ondulados, con una voz dulce murmura.
—Quedémonos así por un momento…
Soichi sonríe, cruza su pierna en un abrazo cariñoso, y solo admira cómo los ojos de Lían se van cerrando. Lo admira en silencio por mucho tiempo.
Cuando está seguro de que se ha dormido, acerca los labios hacia su oído. Con los ojos llenos de felicidad y el corazón desbordante de sinceridad lo dice.
—Te amo, te amo, te amo...
Lían es como un día de verano, cálido y agradable.
Soichi es como la noche de invierno, frío y taciturno.
Faltan algunos días para la llegada de la primavera, pero esos jóvenes que atravesaron conflictos internos y externos al final de los desafíos se encontraron. Esta noche se animaron a vencer sus miedos, descubriendo que compartían los mismos deseos y ambiciones.
Fue más que un acto de pasión, sus cuerpos se entremezclaron y sus almas se fundieron, desde este momento ellos se volvieron uno.
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