Nial esperaba pacientemente la llegada del Heligav, o al menos, así parecía.
Estaba sentado en el suelo y su apariencia exterior daba la impresión de que estaba inquietantemente tranquilo. Solo la oscuridad que cubría algunas manchas de su piel dejaba claro que algo andaba mal.
Nial estaba hirviendo de ira por dentro y realmente no tenía el deseo de permanecer inactivo y dejar que los atacantes tomaran la próxima vida. No podía permitir que el Heligav se marchara sin daño alguno.
No importaba que el Dios de la Oscuridad fuera el Señor del Heligav, o que ellos obedecieran sus palabras cuando él aún estaba vivo. Damian estaba muerto y Nial no era la misma persona.
Puede que tuviera algunos recuerdos del difunto Dios de la Oscuridad, pero él era diferente.
El Heligav le había hecho sufrir, lo que significaba que él devolvería esa deuda mil veces.