El rostro de Emily se iluminó al pensar en volver a ver a su padre.
Ronan, conociendo los pensamientos que cruzaban por la cabeza de la pequeña, solo sonrió y miró al Comerciante, que ahora sudaba a cántaros después de ver a Ronan.
Todo el mundo en la Dinastía Haca lo conocía, y la forma en que la niña tan bonita interactuaba con él era suficiente para decirle al Comerciante que su relación era muy cercana.
—Mi Dama, usted dijo que quería comprar esto por 100 Monedas de Oro, ¿verdad? —preguntó el Comerciante mientras frotaba sus palmas ansiosamente—. Hoy es un buen día, así que se lo venderé por 100 Monedas de Oro.
—¿De verdad? —Emily sonrió como una flor floreciente. Pensó que sus habilidades para regatear le habían permitido ahorrar cientos de monedas de oro, lo que la hacía muy feliz.
—Sí. Por favor, llévelo por 100 Monedas de Oro.
—Gracias. Aquí está el pago.