—¡Bastardo! ¡Le diste mi nombre a un Ranker que quería matarte! —Randolph gritó en cuanto vio a Lux entrar en su Herrería.
El Medio Elfo no tuvo más remedio que disculparse con el Enano furioso que ya había levantado su Martillo de Adamantium, el cual usaba para forjar armas y armaduras, y estaba a punto de darle una paliza a su desvergonzado Discípulo con él.
—Lo siento, Maestro —dijo Lux con una mirada de disculpa—. Estaba enfrentándome a un Ranker. ¿Cómo podría usar mi nombre? ¿Y si me buscara solo para matarme?
—¡Maldito mocoso! Si ese es el caso, ¿entonces por qué le diste mi nombre? ¿Acaso pensaste en que el Ranker podría buscar mi nombre y venir a matarme?
—Tranquilo, Maestro. Ya tengo todo planeado. Incluso si te encontrara, ¿cómo podría un Ranker confundirte con un humano regordete? Mi Maestro es tan guapo y tan impresionante que un Ranker incluso se disculparía contigo por la confusión de identidad.