Kaizen miró a la criatura colosal con un coraje inquebrantable. Sus pies tocaban el suelo con determinación mientras analizaba cada movimiento del monstruo.
El monstruo rugió con ferocidad, mostrando un aliento terrible, capaz de hacer oscilar los árboles detrás de Kaizen y Andrew.
—Realmente nunca te lavas los dientes, ¿verdad? —comentó Kaizen con una sonrisa.
El monstruo avanzó, balanceando sus afiladas garras de su palma derecha hacia Kaizen. Con ágiles esquivas, Kaizen se inclinó hacia atrás, evitando los golpes mortales. Luego contraatacó con su lanza, ejecutando una serie de rápidos golpes para enseñarle una lección a la criatura.
Cada golpe de la lanza de Kaizen acertaba en su objetivo con precisión milimétrica. Y Kaizen se movía con fluidez, combinando ataques y esquivas.