Allí, en una cama manchada de sangre, yacía una chica rubia, su rostro pálido y sus respiraciones superficiales. Su forma inconsciente era un marcado contraste con el líquido carmesí que manaba de una herida en su pecho regordete, empapando su ropa y tiñendo las sábanas debajo de ella.
El olor metálico de la sangre llenaba la habitación, haciendo que Rio arrugara la nariz. No podía apartar la mirada de la horrenda escena ante él, ya que la vista de la vida de la chica drenándose le tiraba de lo más profundo de su ser.
Con prisa en sus pasos, Rio se movió hacia Helia, su corazón latiendo más rápido. Pero antes de que pudiera alcanzar a Helia, Eve apareció al lado de la cama, sus ojos llenos de urgencia.
La mirada de Rio se desplazó hacia Eve, pidiendo silenciosamente una explicación.—Yo también me acabo de enterar de la situación —murmuró la belleza élfica, vaciló por un momento, sus ojos parpadeando hacia la chica apenas consciente en la cama.