Otra semana pasó.
El viaje había sido largo y en gran parte silencioso, solo el suave zumbido del motor del coche rompía la quietud.
Una mujer joven, impresionantemente hermosa con brillantes ojos azules y sedoso pelo azul estaba sentada en el coche, vestida con una camiseta casual y jeans, junto a otro hombre que parecía estar en sus veintitantos pero tenía al menos el doble de su edad.
Sin embargo, él no podía evitar robar miradas furtivas y ocasionales a su juvenil y abundante pecho, asegurándose de que su mirada no se detuviera el tiempo suficiente como para que ella se diera cuenta.
Pero, ¿cómo diablos no se había dado cuenta de esta maravilla todos estos años?
—No hay portales de teletransportación alrededor de este lugar. Sé que por eso estamos en un coche ahora mismo. Pero, ¿por qué? —preguntó Raquel mientras dirigía su mirada hacia Lenny, quien rápidamente desvió la suya como si antes estuviera mirando a otro lugar.