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Ceti fue recibida con la sensación de calor justo cuando despertaba, arrancándola de las profundidades de su intranquilo sueño. La sorda punzada de sus heridas era una sensación distante, reemplazada por confort y una sensación relajada.
Por un segundo, se preguntó si estaría soñando, ya que lo último que recordaba era estar a punto de morir.
Pero a medida que sus sentidos volvían, el aroma de un hombre familiar, el olor almizclado de su cuerpo, llenaba su nariz.
Sus ojos parpadearon abriéndose para encontrarse con la vista de su pecho bien formado, del color gris paloma, justo frente a ella.
Su brazo estaba extendido sobre su torso, y la realización la golpeó como un rayo.
—¡Ha...! —con un agudo jadeo, intentó apartarse de él.
Pero el movimiento súbito trajo consigo una ola de dolor y frunció el ceño, cayendo de nuevo en la cama, sus extremidades entumecidas y doloridas.