Grad, aunque su envejecido cuerpo parecía frágil, mantenía un aire de resolución inquebrantable. Sin pronunciar palabra, se levantó y, fijando sus curvas espadas en la espalda, sus ojos se encontraron con los de Arturo por un fugaz instante, antes de girarse y salir del salón. Su silencio era elocuente, dejando a Arturo descifrar sus intenciones.
«Creo que tengo mi respuesta...», pensó Arturo. Su voz se apagó, una mezcla de resignación y determinación en su tono. Antes de que pudiera completar su frase, un sonido peculiar emanó de la mesa situada entre las sillas.
—¿Qué es es— La mano de Arturo se extendió para tocar la mesa, provocando que temblara violentamente, como si fuera hendida por una hoja sumamente afilada. Los fragmentos cayeron al suelo, formando una sola palabra, 'Sí'.