El brote se hinchaba como si pulsara con vida y energía desde dentro. Sus capas externas, que antes eran de un intenso tono verde esmeralda, comenzaron a desplegarse, revelando capas delicadas de pétalos vibrantes o hojas. El proceso de despliegue era similar a un baile orquestado por la propia naturaleza.
A medida que el brote continuaba floreciendo, se revelaba su verdadera esencia. Los pétalos se desplegaban con una precisión suave, pero determinada, exponiendo patrones intrincados, colores vivos y texturas hipnotizadoras. Cada pétalo o hoja desprendía un resplandor etéreo, como si estuviesen imbuidos con la misma esencia de la magia. El aire se impregnaba de una fragancia sutil y dulce, que llevaba consigo pistas de sabiduría ancestral y serenidad.