En ese momento, el dragón de hielo finalmente pudo ver a Rain y uno podía ver claramente la ira y la sed de sangre que emanaba. Seadrei tenía razón... cuanto más Rain mata a los dragones, más lo odiarán.
Un rugido profundo y atronador resonó por el área, enviando escalofríos por las espinas del grupo. El sonido parecía atravesar el aire mismo, llevando consigo una abrumadora sensación de poder y presagio. Mientras el eco del rugido reverberaba a través de la tierra y el mar.
El grupo intercambiaba miradas nerviosas, incapaz de ignorar la sensación que acompañaba al rugido del dragón. Era una mezcla inquietante de urgencia y desesperación, un grito que parecía resonar con un atisbo de angustia. La pregunta pesaba en el aire: ¿Podrían los dragones, criaturas de inmenso poder y dominio, comportarse realmente como animales acorralados ante una amenaza?