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Después de romper los brazos del oponente, Rain solo golpeó una vez los costados de la bestia gigante, y luego sus ojos se volvieron blancos… su cuerpo entero temblaba gracias a los ataques, y eso solo mostraba el peso de cada uno de los puñetazos... El bestia humanoide colosal, portando las inconfundibles marcas de este encuentro brutal, se encogió y colapsó contra el muro de la arena, causando un impacto atronador al golpear los asientos. Sus gigantescas mejillas estaban grotescamente hinchadas, un signo doloroso del implacable asalto que había soportado. Sus brazos colgaban inmóviles, su coloración un tono sombrío de púrpura. Esta clara escena ilustraba vívidamente la abrumadora fuerza que había prevalecido, dejando al que una vez fue un gigante intimidante ahora vencido e inconsciente.
«Probablemente necesitarán algo de tiempo para sacarlo de la arena, así que puedo descansar un poco», pensó Rain y luego caminó hacia sus amigos.