Dame, sumido en las sombras tenuemente iluminadas del Espacio Oscuro, sintió una oleada de adrenalina al situarse frente a la estatua especial. El entrenamiento con esta construcción única era crucial, dada su precaria posición dentro de la academia.
Siendo alguien que no debería haber estado en la academia en primer lugar, los riesgos eran altos. La revelación de su verdadera identidad lo pondría en graves apuros, mucho peores que los que cualquier estudiante o miembro del personal regular pudiera imaginar. Su existencia en este ambiente clandestino era un delicado baile en el filo de una cuchilla afilada como una navaja.
La necesidad de secreto significaba que Dame no podía practicar o perfeccionar sus habilidades al descubierto, donde ojos curiosos podían fácilmente desentrañar su fachada cuidadosamente construida. El Espacio Oscuro, con sus sombras opresivas y su silencio amortiguador, ofrecía un santuario donde podía desatar su máximo potencial sin miedo.