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Jonathan bajó la ventana del coche, contemplando la gran entrada de la universidad y la multitud bulliciosa. Sintió una ola de incomodidad.
Enjambres de padres y vehículos, gente amontonada. Le ponía la piel de gallina.
Afortunadamente, se permitía a los padres entrar en el campus. La universidad había designado varias áreas como estacionamientos temporales, con voluntarios dirigiendo el tráfico.
Su senior, llamado Christopher, estaba ocupado preparándose para sus exámenes de postgrado. Habían charlado en el camino, y Christopher le había dado muchos consejos.
—Te llevaré a registrarte en un rato —dijo Christopher, volviéndose hacia el hombre de mediana edad y rostro amable en el asiento del conductor—. Papá, ¿podrías llevar el equipaje primero a mi dormitorio? Yo lo llevaré a registrarse.
—Está bien —asintió el hombre.
Jonathan le agradeció repetidamente, rechazando la oferta de Christopher de ayudar con su equipaje, y lo siguió.