—Buenos días —murmuró el zorro, agazapado en la sala mientras saboreaba el humeante tazón de fideos.
—Día —comentó Jonathan, cambiando sus zapatos antes de entrar a la casa.
—¿Qué lesión has sufrido? —preguntó el zorro, dejando su tenedor para examinar a Jonathan.
—Fui manchado con la sangre del Demonio de Guadaña —respondió Jonathan.
—No fue fácil lidiar con ello —explicó el zorro—. Yo fui herido por él la última vez. Pequeño de estatura, se mueve silenciosamente y rápidamente. Los maduros portan cuatro hojas óseas en forma de guadaña. ¿Ninguno de tu patrulla murió?
—No, el que yo encontré solo tenía dos hojas —dijo Jonathan, caminando hacia la sala de estar y descansando en el sofá.
Con el tiempo, el zorro había dormido aquí, formando una pequeña hondonada en el sofá y dejando el cojín permanentemente hundido.