Atticus observó con calma a William levantarse, sin mostrar señales de impaciencia. No había necesidad de apresurarse; iba a tomarse su tiempo.
William luchaba por evitar que sus manos temblaran. Sacudiéndose el mareo, apretó más fuerte su espada, lo que pareció funcionar ya que sus manos dejaron de temblar ligeramente. Dirigió su mirada hacia Atticus, sus ojos llenos de furia completa.
«No pude ver sus movimientos», pensó William. No importaba cuánto intentara recordar, no podía ver los movimientos de Atticus.
La mirada de William barrió el salón, donde todos observaban la batalla con atención extrema, intensificando aún más su enojo hacia Atticus.
William apretó los dientes y decidió, «Tengo que usar toda mi fuerza».
El suelo del salón no era de tierra que pudiera manipular todavía; estaba hecho de mármol.