—Padre... —Marte se acercó a su padre y lo llamó. El rey afligido levantó la vista y lo miró con una expresión inexpresiva.
El príncipe tomó la iniciativa de abrazar a su padre. Cuando sus manos tocaron los hombros del rey, el Rey Jared se conmovió repentinamente de su aturdimiento. Devolvió el abrazo.
No podían decir nada pero ambos sabían que su silencio significaba más que mil palabras pronunciadas.
Se abrazaron durante varios minutos para desahogar la tristeza que sentían por perder a la mujer que amaban. La Reina Elara era la mujer más dulce que tuvieron la dicha de conocer y perderla les dolió profundamente a los hombres.
—Padre, te ves mal —dijo Marte después de soltar a su padre del abrazo.
El rey se secó los ojos húmedos y negó con la cabeza. —Estoy bien.
Marte sabía que muchas personas querían que el rey organizara un entierro adecuado para la reina, para que el pueblo pudiera lamentar su fallecimiento y luego seguir adelante.