Después de terminar todo, el príncipe dejó su estudio y volvió a su cámara. Cuando llegó allí, vio que las dos doncellas seguían de pie frente a la puerta.
—¿La Señorita Emmelyn las ha llamado? ¿Necesitaba algo? —les preguntó.
—No, Su Alteza... —Ambas doncellas negaron con la cabeza al unísono. Parecían preocupadas de que el amo las castigara por no realizar su trabajo.
Para su sorpresa, no lo hizo. Solo les hizo un gesto para que se fueran mientras él tocaba suavemente la puerta dos veces y luego entró.
Eran casi medianoche y pensó que tal vez Emmelyn se había quedado dormida.
Debe estar cansada y hambrienta, pensó sombríamente. Ella no había cenado. Bueno, él tampoco.
Al entrar, vio que las velas en las mesitas de noche estaban casi consumidas. Caminó con pasos muy ligeros hacia la cama, para no despertarla si estaba dormida.
—Has vuelto... —De pronto, Marte pudo escuchar a Emmelyn hablar con una voz apenas audible.