—¿Por qué te quedas ahí parado? —preguntó Emmelyn, quien se detuvo y miró hacia atrás. Solo se dio cuenta después de diez pasos de que el príncipe no la seguía.
Marte negó con la cabeza y fingió admirar la estatua de un león a su lado. —Oh, lo siento. Me distraje con esta estatua. Nunca la había visto antes. El tallado es muy intrincado.
Emmelyn se quedó parada impacientemente y agitó su mano para que Marte la siguiera.—Llegaremos tarde si te demoras. ¿No sabes que es de mala educación llegar tarde? —murmuró ella.
—Lo sé —respondió Marte. Luego caminó hacia Emmelyn y, al llegar a su lado, extendió su mano y agarró la mano derecha de ella.—Ven.
Emmelyn se quedó sorprendida cuando el hombre agarró su mano y la atrajo hacia el palacio. De repente, su pecho comenzó a palpitar.
Aunque ya habían tenido sexo regularmente, el simple acto de él sosteniendo su mano así, en el camino para ver a su madre, se sentía tan... íntimo.