```
Se levantó con su cuenco, donde el utensilio le fue pasado a la criada antes de que la llevaran de vuelta a la habitación de Damien. Cuando el largo largo de la mesa del comedor fue despejado por las criadas, todas ellas se fueron antes de que la última cerrara las puertas detrás de ella antes de dejar al padre y al hijo allí solos.
—Eso fue bastante grosero de lo que dijiste a Fleurancia, Damien —habló el padre de Damien, sus ojos rojos mirando a su hijo cuyos ojos finalmente decidieron moverse para mirar de vuelta.
—Eso es igual a decir que no respetas lo que tu difunta esposa dijo. No me digas, ya no valoras sus palabras sino las de los vivos —tutió Damien sacudiendo la cabeza juguetonamente.
—Es un golpe bajo y no muy agradable de tu parte decir eso.
—No dije nada malo, solo estaba exponiendo hechos.
—Tus hechos son muy amargos, peores que un grano de sal en la herida.